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-Ahora mismo, si así lo quiere el Señor.
-Bueno; digamos todos juntos: hágase en todo,
en la vida y en la muerte, la santa y adorable
voluntad del Señor.
En aquel instante llegó el médico, el cual
encontró totalmente cambiado el cuadro de la
enfermedad.
-Esto va mal, dijo; un flujo fatal de sangre
invade el estómago, y no sé si encontraremos
remedio.
Hízose cuanto puede sugerir la ciencia en
semejantes ocasiones. Sangrías, vesicantes,
bebidas, a todo se acudió para ((**It6.123**)) desviar
la sangre que tendía violenta a cortarle la
respiración. Todo fue inútil.
A las nueve de la noche, Magone pedía con
vehemencia el santo Viático. Antes de recibirlo,
dijo a don Bosco:
-íEncomiéndeme a las oraciones de mis
compañeros!
Se lo administraron. Después de un cuarto de
hora de acción de gracias pareció apoderarse de él
una repentina pérdida de fuerzas. Pero, a los
pocos minutos, con aire jovial y casi como en
broma, hizo ademán de que le escucharan y dijo:
-En el papelito del domingo había un error.
Decía: En el juicio estaré a solas con Dios, y no
es verdad; no estaré sólo, estará también la
Santísima Virgen que me asistirá; ya no tengo nada
que temer; vamos, pues, cuando Dios quiera. La
Santísima Virgen quiere acompañarme al juicio.
Eran las diez y el mal parecía cada vez más
amenazador. Como se temía perderlo aquella misma
noche, dispuso don Bosco que el sacerdote don
Agustín Zattini, que había entrado en el Oratorio
en 1858, y un joven clérigo enfermero pasaran con
él la mitad de la noche;y que don Víctor
Alasonatti, administrador de la casa, con otro
clérigo y otro enfermero, le asistieran durante la
segunda mitad de la noche hasta el día siguiente.
Don Bosco por su parte, no viendo ningún peligro
inminente, dijo al enfermo:
-Magone, procura descansar un poco, yo voy unos
instantes a mi habitación y luego vengo.
-No, replicó el muchacho; no me deje.
-Sólo voy a rezar una parte del breviario y
después volveré a tu lado.
-Vuelva lo antes posible.
Pero, apenas entró don Bosco en su cuarto, le
llamaron a toda prisa porque parecía que el
enfermo entraba ((**It6.124**)) en
agonía. En aquel instante el sacerdote Agustín
Zattini le administraba la unción de los enfermos,
mientras el moribundo añadía una jaculatoria a
cada unción. Le dieron la bendición papal con
indulgencia plenaria. Pareció
(**Es6.101**))
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