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-Querido don Bosco, respondió Cagliero,
prefiero lo que más me convenga.
A ti te convendría, sin duda, ir ahora mismo al
paraíso, dados tus años. Pero todavía no es
((**It5.107**)) tu
hora: el Señor no quiere que mueras ahora. Hay
mucho que hacer todavía: sanarás, y, de acuerdo
con tu deseo de siempre, vestirás la sotana...
llegarás a ser sacerdote y después... y después...
Al llegar aquí don Bosco se paró y quedó un
rato pensativo.
-...y después, con el breviario bajo el brazo,
tendrás que dar muchas vueltas y harás que muchos
otros lleven también su breviario... En fin,
tienes mucho que hacer antes de morir!... e irás
lejos, lejos...
Y calló, sin decirle adónde tendría que ir.
-Si es así, exclamó Cagliero, no hace falta que
me prepare para recibir los sacramentos. Tengo
tranquila mi conciencia. Aguardaré a confesarme
cuando me levante y lo haré junto con mis
compañeros.
-Así sea, contestó don Bosco; puedes esperar a
levantarte.
Y no le confesó, ni se volvió a hablar más de
sacramentos in artículo mortis.
Desde aquel momento, Cagliero ya no se preocupó
de nada y, a pesar de la gravedad, tuvo la firme
confianza de sanar. Efectivamente, pronto mejoró y
entró en franca convalecencia. Pero, cuando
parecía superado todo peligro, sus parientes le
enviaron en el mes de septiembre una cestita de
uvas, las comió vorazmente creyendo no le harían
daño, recayó y, de nuevo, se puso en las últimas.
Hubo que avisar a su madre para que volviese a
verlo, puesto que la enfermedad del hijo había
tomado un giro peligroso, y ella se apresuró a
volver de Castelnuovo. Apenas entró en la
habitación, y vio a su hijo en aquel estado,
exclamó dirigiéndose a las personas que le
atendían:
-íCómo está mi Juan! A lo que veo todo ha
concluido.
Pero Juan, para demostrar ((**It5.108**)) su
alegría por la vuelta de su madre, empezó a
decirle, que pensara en comprarle la sotana y todo
lo demás, para el día de la toma de hábito. La
buena madre creyó que su hijo deliraba y dijo a
don Bosco recién entrado:
-íAy, don Bosco! Verdaderamente mi hijo está
mal. Delira y me habla de vestir la sotana y dice
que le prepare todo lo necesario.
Y don Bosco replicó:
-No, mi buena Teresa, su hijo no delira; tiene
razón; prepárele todo lo necesario para tomar los
hábitos; tiene todavía mucho que hacer y no quiere
morirse.
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