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anunció que iría don Bosco a confesarle, darle el
viático y la extremaunción.
No tardó don Bosco en presentarse en el
aposento de Cagliero con la intención de
prepararle para el gran paso, mas he aquí que, al
cruzar el umbral, apareció ante sus ojos un
maravilloso espectáculo. Vió una hermosísima
paloma, que, como un punto luminoso, despedía en
derredor rayos de vivísima luz, que iluminaba toda
la habitación. Llevaba en el pico un ramo de olivo
y revoloteaba girando una y otra vez en derredor.
De pronto detuvo el vuelo sobre el lecho del
jovencito enfermo y tocó sus labios con el ramito
de olivo, que luego dejó caer sobre su cabeza. Con
destellos de luz aún más viva desapareció. Intuyó
don Bosco que Cagliero no moriría, sino que le
quedaban todavía muchas cosas por hacer para la
gloria de Dios; que anunciaría la paz con su
palabra simbolizada por el ramo de olivo; que el
resplandor de la paloma significaba la ((**It5.106**))
plenitud de la gracia del Espíritu Santo que
recibiría algún día. Desde entonces tuvo don Bosco
una idea confusa pero firme, que le duró siempre,
de que el joven Cagliero llegaría a ser obispo.
Y, sin más, tuvo por cumplida la profecía,
cuando Cagliero partió para América.
A la primera, sucedió una segunda visión. Al
llegar don Bosco al centro de la habitación,
desaparecieron como por encanto las paredes, vio
alrededor de la cama del enfermo una multitud de
caras extrañas de salvajes, que fijaban su mirada
en el rostro del enfermo y, temblando, parecían
pedirle auxilio. Dos hombres, que se diferenciaban
de los demás, uno de horrendo aspecto y negruzco y
el otro cobrizo, muy alto y de aspecto guerrero,
con cierto aire bondadoso, estaban inclinados
sobre el joven moribundo.
Don Bosco se dió cuenta más tarde de que
aquellas eran las fisonomías de los salvajes de
Patagonia y Tierra de Fuego.
Las visiones duraron unos instantes; pero el
enfermo y los presentes no se dieron cuenta de
nada.
Don Bosco, con su calma acostumbrada y su dulce
sonrisa, se acercó despacito a la cama y Cagliero
le preguntó:
->>Es ésta, quizá mi última confesión?
Y don Bosco le respondió:
->>Por qué me lo preguntas?
-Porque quiero saber si me voy a morir.
Don Bosco se recogió un momento y después le
dijo:
-Dime, Juan, >>prefieres ir ahora al paraíso o
curarte y esperar un poco?
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