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continuamente por la salud de sus hijos, y la
Virgen le escuchaba: el clérigo Francesia recibió
además una prueba de su maternal protección.
La madre de este clérigo había caído víctima de
la terrible enfermedad y estaba muy mal. Avisado
el hijo, corrió a casa y la encontró en un estado
que daba pocas esperanzas. Volvió corriendo al
Oratorio, llamó a don Bosco, quien acudió
enseguida a confesarla. Vivía frente a la iglesia
de nuestra Señora de la Consolación. Cuando don
Bosco llegó a la columna de la Inmaculada, erigida
en la plaza, descubrióse la cabeza y, mostrando a
Francesia la estatua de María, le dijo:
->>La ves? Ella curará infaliblemente a tu
madre, si le prometes dedicar tu vida
particularmente, cuando seas sacerdote, a propagar
su gloria y su devoción.
El clérigo aceptó la propuesta. Don Bosco subió
entonces a la habitación de la enferma, la
consoló, la confesó ((**It5.103**)) y
enseguida le administró la extremaunción. Retiróse
don Bosco y se quedó allí el hijo. Se presentó
luego el médico, empleado en la fábrica de armas,
quien aconsejó, como único remedio, efectuar una
sangría. Las vecinas, que llenaban la estancia,
criticaban la orden del médico e insistían a la
enferma para que no se dejase sangrar. El médico,
inmóvil y silencioso, en medio de tanta cháchara,
dijo al fin:
-Yo no la sangro si ella no quiere.
Y se marchó. El hijo hizo desalojar la
habitación y, con plena fe en la palabra de don
Bosco, dijo a su madre:
->>Qué hacemos?
-Di tú, contestó la buena mujer: >>cuál es tu
parecer?
-Yo diría que lo que ha indicado el médico.
-Pues ve a llamarlo.
El hijo encontró al médico al pie de la
escalera y le rogó que volviera a subir,
asegurándole que la madre se avenía a seguir del
todo su consejo. Hizo la sangría cinco o seis
veces y la enferma sanó y vivió todavía veintiún
años.(**Es5.85**))
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