((**Es5.84**)
ayudó a don Bosco en los preparativos para la
administración de los santos óleos, y contestó a
las oraciones rituales, yendo de una cama a otra.
Llegó un médico, vio al chiquillo y dijo:
-Don Bosco, >>qué hace usted? íEste chico no
puede ni debe estar aquí! >>No ve que es una grave
imprudencia?
-No, no, Doctor; contestó don Bosco; ni él ni
yo tenemos miedo al cólera y no pasará nada.
Efectivamente, Cagliero podía ir a la par del
enfermero más provecto por su valor y habilidad,
y, como él, Juan Bautista Anfossi, quien dejó
escrito:
<>.
El ejemplo de Cagliero, de Anfossi y de otros
animó unos días después a los que aún no se habían
decidido.
((**It5.102**))
Escribió el clérigo Félix Reviglio:
<>Quién quiere ir al lazareto y a las
casas para atender a los apestados? -Yo, yo,
gritaban todos en un arranque de caridad -Entonces
me dirigió a mí directamente la pregunta y tal vez
fui el único que no aceptó, porque yo deseaba un
mandato. Don Bosco, con la sonrisa en los labios,
pareció condescender a dejarme en paz. Pero, como
si hubiera leído en mi corazón, me eligió para
acompañarlo; me llamó y, porque él me lo mandó,
presté mis servicios asistiendo a seis apestados
hasta el fin de su vida>>.
Prestaron asistencias nocturnas, con don Bosco,
Juan Turchi y Carlos Gastini, y en la asistencia
permanente se distinguieron en particular los
clérigos Rúa, José Buzzetti y Francesia. Don Bosco
rezaba (**Es5.84**))
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