((**Es5.81**)
El mal progresaba rápidamente, sus familiares
no sabían qué partido tomar hasta que se les
ocurrió ir a llamar a don Bosco, que le conocía y
a quien él apreciaba mucho.
Don Bosco aceptó enseguida la invitación y fue.
Cuando llegó a la galería le llamó por su nombre.
-íHola, don Bosco!, respondió el enfermo.
->>Puedo pasar?
-Pase, pase, don Bosco. Estoy seguro de que
usted no traerá la agüilla...
((**It5.97**)) Entró
don Bosco, pero apenas atravesó el umbral,
detúvole aquél con voz imperiosa, diciendo:
-íAbra las manos!
Don Bosco le mostró la palma de la mano
derecha.
-íAbra también la izquierda!, intimóle con
impaciencia el enfermo.
Don Bosco abrió la izquierda.
-Sacuda las mangas con los brazos hacia abajo.
Don Bosco lo hizo.
->>Qué lleva en los bolsillos?
Don Bosco sacudió y volvió los bolsillos al
revés.
-íAhora acérquese a la cama. Estoy seguro.
íDon Bosco le confesó!
Al poco tiempo, el infeliz perdía el
conocimiento. Entró Tomatis con otro compañero, lo
envolvió en una manta, lo tendieron sobre unas
angarillas y lo llevaron al lazareto, donde murió.
Corría entre la gente la voz de que la causa
del cólera era cierta agua blanquecina producida
por unos polvos mortíferos, que se hallaban en los
pozos, por lo que muchos no querían beber.
Llamaron a don Bosco a la cabecera de un
enfermo, bastante grave; después de haberle
administrado los sacramentos, vio que aunque le
ardían los labios por la sed, no quería de ningún
modo humedecerlos.
Como don Bosco siempre era obedecido, le
preparó una botellita y le dijo que bebiera aquel
líquido sin ningún miedo, cuando le atormentase la
sed. El enfermo lo prometió.
Dejó don Bosco a un muchacho para servirle
durante la noche y marchó para visitar a otros
apestados. Al poco rato, como viera el muchacho
que el enfermo se agravaba, le dijo:
-Beba usted un poco.
((**It5.98**)) El
enfermo, sin acordarse de las garantías de don
Bosco, se incorporó, se volvió a él y le miró de
modo uraño.(**Es5.81**))
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