Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es5.76**) Pero la petición de ayuda seguía: pobres madres que llegaban pidiendo para sus hijas, hijas que lo hacían por sus madres, otras mujeres que prestaban servicios de enfermeras; y Margarita, ((**It5.90**)) dadas sus tocas y su chal, terminó por regalar también sus vestidos y refajos, de suerte que no tenía más que lo puesto. Un día se le presentó una persona pidiéndole algo con qué cubrir a los enfermos. Margarita sufría intensamente por no tener nada que darle. Pero, se le ocurrió una idea de repente, tomó un mantel del altar, un amito, una alba y se fue a pedir permiso a don Bosco para dar de limosna aquellas prendas de la iglesia. Don Bosco lo aprobó y Margarita entregó todo a la peticionaria. De esa forma los lienzos sagrados vestían los miembros de Jesucristo, que tales son sus pobrecitos. Don Bosco había escrito de su puño y letra en un papel: >>Qué mejor destino puede darse a los vasos destinados a contener la sangre del Redentor, que volver a comprar por segunda vez los que ya fueron comprados al precio de esta misma sangre? Así obró San Ambrosio, obligado por la necesidad a vender los vasos sagrados para el rescate de los esclavos. Su caso equivalía al del Santo Obispo de Milán. Entre tanto, el Gobierno había acordado deshacerse de las órdenes monásticas, y Urbano Rattazzi, so pretexto del cólera, comunicaba a la Curia el día 9 de agosto que, no siendo suficientes los lazaretos municipales, tenía la intención de ocupar los conventos de Santo Domingo y de la Consolación y los monasterios de las lateranenses y las capuchinas. El Provicario Fissore hizo las correspondientes protestas, ya que se trataba de violar la clausura sin autorización de la Superioridad Eclesiástica y se negó a permitir semejante usurpación. Rattazzi le contestó severamente que las órdenes dadas no podían discutirse y que sólo el Gobierno era juez competente en las necesidades de la sociedad civil. El 18 de agosto, ((**It5.91**)) a las tres de la mañana, escalaban los guardias el monasterio de las canonesas lateranenses y conducían a las monjas a una quinta de la marquesa de Barolo, cerca de la ciudad; y la noche del veintidós, cuarenta carabineros y guardias rompían la clausura e invadían el monasterio de las capuchinas; hallaron a las monjas rezando en el coro, las obligaron a salir, las condujeron en carruajes a Carignano y allí las encerraron en el monasterio de Santa Clara. También los religiosos hubieron de abandonar Santo Domingo y la Consolación, quedándose solamente los indispensables para el servicio de las iglesias. Con el mismo pretexto fueron usurpados varios otros conventos del Piamonte, y los cartujos fueron expulsados(**Es5.76**))
<Anterior: 5. 75><Siguiente: 5. 77>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com