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((**Es5.637**) Todas las paredes de alrededor están pintadas con escenas de los atroces suplicios con que fueron atormentados los mártires. Lo adornan mosaicos del siglo VII, que representan a Cristo crucificado, con varios santos y conserva los cuerpos de los confesores de la fe, San Primo y San Feliciano. Desde San Esteban redondo pasó a Santa María in Dominica, así denominada por estar erigida sobre la casa de Santa Ciriaca y también Santa María de la barquilla, por una barca de mármol que hay en la plaza. Tiene tres naves, separadas por dieciocho columnas y ornamentadas con mosaicos del siglo IX. Se ve en ellos a la Virgen bendita, colocada en un puesto de honor, cercada de muchos ángeles y a sus pies, arrodillado, el papa Pascual. Don Bosco, después de tomar sus apuntes, volvió a casa donde tuvo el honor de recibir al canónigo Santiago Antonio Colli. Don Bosco ya había ido a visitarle en casa de los Rosminianos, adonde él acudía de vez en cuando, invitado a comer con estos buenos religiosos, sus buenos amigos, con cuyos Superiores tenía mucha confianza. De hecho, como quiera que en la mesa solían hablar de temas filosóficos, un día tomó aparte al padre Pagani y le dijo: -Me parece que si dejaran ustedes un poco de lado ((**It5.898**)) la filosofía y se dieran con más tesón a la teología sería mejor. El padre Pagani le contestó: -Pero, >>no es la filosofía la base, la puerta de la teología? Don Bosco no replicó, porque sabía los conocimientos de aquel hombre en materias teológicas, y se conformó con la advertencia. Sin embargo el padre Pagani no quedó tranquilo con aquellas palabras y se lo confió al clérigo Rúa, dándole sus razones. El clérigo se había ganado su estima y también la de los demás religiosos, por su piedad, su virtud y particularmente su prudencia. Y más aún, porque esperaban verlo un día con don Bosco como socio de su Congregación. Habiéndose corrido la voz de esto por Roma, Rúa empezó a recibir felicitaciones de personajes eminentes. Pero él, sin exteriorizar sus deseos, para librarse de compromisos, siempre contestaba: -Yo dependo de don Bosco y haré lo que él me diga. Mas don Bosco no abrigaba tales intenciones y así una tarde, en un acto de confianza con el padre Pagani, le mandó el manuscrito de las Reglas de la Pía Sociedad, por medio de Miguel Rúa, que había ido a casa De-Maistre, suplicándole tuviera la bondad de examinarlas y darle su parecer. El padre Pagani las leyó, y se las devolvió a don Bosco con una carta, por medio del mismo Rúa. Le decía que (**Es5.637**))
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