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Todas las paredes de alrededor están pintadas con
escenas de los atroces suplicios con que fueron
atormentados los mártires. Lo adornan mosaicos del
siglo VII, que representan a Cristo crucificado,
con varios santos y conserva los cuerpos de los
confesores de la fe, San Primo y San Feliciano.
Desde San Esteban redondo pasó a Santa María in
Dominica, así denominada por estar erigida sobre
la casa de Santa Ciriaca y también Santa María de
la barquilla, por una barca de mármol que hay en
la plaza. Tiene tres naves, separadas por
dieciocho columnas y ornamentadas con mosaicos del
siglo IX. Se ve en ellos a la Virgen bendita,
colocada en un puesto de honor, cercada de muchos
ángeles y a sus pies, arrodillado, el papa
Pascual.
Don Bosco, después de tomar sus apuntes, volvió
a casa donde tuvo el honor de recibir al canónigo
Santiago Antonio Colli. Don Bosco ya había ido a
visitarle en casa de los Rosminianos, adonde él
acudía de vez en cuando, invitado a comer con
estos buenos religiosos, sus buenos amigos, con
cuyos Superiores tenía mucha confianza. De hecho,
como quiera que en la mesa solían hablar de temas
filosóficos, un día tomó aparte al padre Pagani y
le dijo:
-Me parece que si dejaran ustedes un poco de
lado ((**It5.898**)) la
filosofía y se dieran con más tesón a la teología
sería mejor.
El padre Pagani le contestó:
-Pero, >>no es la filosofía la base, la puerta
de la teología?
Don Bosco no replicó, porque sabía los
conocimientos de aquel hombre en materias
teológicas, y se conformó con la advertencia.
Sin embargo el padre Pagani no quedó tranquilo
con aquellas palabras y se lo confió al clérigo
Rúa, dándole sus razones. El clérigo se había
ganado su estima y también la de los demás
religiosos, por su piedad, su virtud y
particularmente su prudencia. Y más aún, porque
esperaban verlo un día con don Bosco como socio de
su Congregación.
Habiéndose corrido la voz de esto por Roma, Rúa
empezó a recibir felicitaciones de personajes
eminentes. Pero él, sin exteriorizar sus deseos,
para librarse de compromisos, siempre contestaba:
-Yo dependo de don Bosco y haré lo que él me
diga.
Mas don Bosco no abrigaba tales intenciones y
así una tarde, en un acto de confianza con el
padre Pagani, le mandó el manuscrito de las Reglas
de la Pía Sociedad, por medio de Miguel Rúa, que
había ido a casa De-Maistre, suplicándole tuviera
la bondad de examinarlas y darle su parecer. El
padre Pagani las leyó, y se las devolvió a don
Bosco con una carta, por medio del mismo Rúa. Le
decía que
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