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((**Es5.635**) de los errores de los protestantes vio don Bosco combatidos en estos monumentos de la doble basílica! Desde allí fue a la iglesia de forma basilical, llamada de los cuatro coronados, para visitar los sepulcros de los santos mártires Severo, Severino, Carpóforo, y Victorino, martirizados en tiempo de Diocleciano; pasó luego a San Juan ante la puerta latina, junto a la cual hay una capilla erigida en el sitio donde San Juan Evangelista fue metido en la caldera de aceite hirviendo; llegó hasta la iglesita del Domine quo vadis, así llamada por encontrarse en el lugar donde el Divino Salvador se apareció a San Pedro que huía de Roma, instado por los fieles, para escapar de la persecución: ->>Adónde vas, Señor?, gritó atónito el Apóstol. Y Jesús respondió: -Vengo para que me crucifiquen otra vez. San Pedro comprendió y volvió a Roma donde le esperaba el martirio. Desde esta iglesia rehizo don Bosco el camino, después de echar una mirada a la Vía Appia, en la que ((**It5.895**)) existen muchos mausoleos de los tiempos paganos que recuerdan el destino que le espera a toda grandeza humana. El veinticinco de marzo, fiesta de la Anunciación, el marqués Patrizi, llevó a don Bosco a celebrar la santa misa en la Virgen de la Encina. Le acompañaban varios socios de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Don Bosco confesó, predicó y se entretuvo con los muchachos después de las funciones sagradas; habló de la fundación de las conferencias anejas y de las ventajas que de ellas se seguirían; y, al marcharse, prometió que volvería a aquel querido Oratorio. Un gracioso episodio sucedió aquella mañana. Don Bosco, después de cruzar el Tíber, vio en una plazuela como una treintena de chavales que se divertían. Se acercó a ellos. Suspendieron éstos sus juegos y se quedaron mirándole maravillados. Don Bosco levantó una mano con una medalla entre los dedos y exclamó cariñosamente. -Sois muchos y siento no tener una medalla para cada uno. Los chavales se animaron y gritaron a coro tendiendo las manos: -íNo importa! íNo importa! íA mí! íA mí! Don Bosco añadió: -Bueno, como no tengo para todos, quiero regalar ésta al mejor. >>Quién es el mejor de vosotros? -Yo, yo, gritaron todos a la vez. Don Bosco continuó: (**Es5.635**))
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