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-El Coliseo, respondió don Bosco.
->>Ha visto, por allí, el sepulcro de las
santas mártires Perpetua y Felícitas?
-Ignoro que haya sepulcros por allí. He leído
que Perpetua y Felícitas, fueron martirizadas en
Africa; y, a menos que sus cuerpos hayan sido
trasladados a Roma, sin que yo me haya enterado,
creo que estén todavía donde antes estaban.
>>Acaso dice el breviario en la lecciones que fue
Roma el lugar de su martirio?
Todos los presentes se miraban sonriendo y el
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cardenal Antonelli vuelto al cardenal Marini,
exclamó:
-Os la habéis merecido esta respuesta.
Preguntáronle también, si conocía las
antigüedades vaticanas de antes de la era
cristiana. El había leído atentamente varias obras
voluminosas que trataban de este tema y para él
era lo mismo leer una vez un libro que aprenderlo
de memoria. Así que empezó a hablar con
desenvoltura de Pallante, de sus gestas y de haber
sido venerado como Dios por los etruscos, quienes
le habían consagrado un bosquecito sobre la colina
del Vaticano. Demostró que el nombre Vaticano,
procede de la palabra Vagitanum (de vagitus:
llanto infantil); por cuanto Pallante era la
divinidad que presidía los gemidos del recién
nacido; luego habló de la colina del Vaticano en
tiempos de los Romanos, del circo construido por
Nerón, del lugar de la sepultura de San Pedro
hecha por San Lino, San Marcelo, San Apuleyo y San
Anacleto; y describió el origen y la historia de
la Basílica Constantiniana.
Monseñor De-Luca quiso que don Bosco contara la
historia de la Cárcel Mamertina, comenzando por la
época de Anco Marcio y don Bosco la amenizó con
hechos y detalles que aquel Monseñor no había oído
en su vida. De tal modo cautivó la atención de los
príncipes de la Iglesia, que al llegar a cierto
punto exclamó sonriendo:
-Yo creía que sólo mis muchachos tenían la
curiosidad de oír mis narraciones; pero veo que
les pasa lo mismo a los eminentísimos cardenales.
S.E. el cardenal Antonelli contó al Papa los
exámenes hechos a don Bosco, sus respuestas, su
amena y erudita conversación y el Santo Padre
quedó contentísimo de ello.
Pero don Bosco había sabido hábilmente emplear
sus mismas armas contra sus examinadores, que eran
sacerdotes ((**It5.890**)) o
simples monseñores. Cuando se daba cuenta de que
era interrogado con doble fin, contestaba con la
precisión que le era propia y cuando la cuestión
se complicaba, pasaba él a preguntar y, como sus
preguntas
(**Es5.631**))
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