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Don Bosco fue allí para lucrar la indulgencia
plenaria que los Papas conceden a quienes la
visitan, y para pedir al Señor que bendijera a
nuestro Oratorio y a nuestros muchachos.
Como era el día de la estación, estaba la
iglesia adornada con profusión y se exponían a la
pública veneración las más insignes reliquias, en
una capilla junto al altar mayor. Eran muchísimas:
entre ellas, los cuerpos de San Próspero, San
Fortunato y San Cirilo, la cabeza de San Justino
mártir, la del mártir San Máximo y las de
muchísimo más.
Don Bosco no dejaba de visitar los Oratorios
festivos. A ello dedicó todo el domingo, catorce
de marzo. Así lo describe él mismo:
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Patrizi. Se reunían en la iglesia de Santa María
de la Encina. Entramos en ella, nos dirigimos a la
sacristía, que es muy espaciosa, y nos alegró la
vista de casi cuarenta muchachos, que por su
vivacidad y su porte se parecían mucho a nuestros
pilluelos de Valdocco. Las funciones sagradas se
tienen todas por la mañana. Misa, confesión para
los que están preparados, catequesis y una breve
instrucción, es todo lo que allí se hace. Hay dos
sacerdotes; uno confiesa y el otro asiste. Los
socios de la Sociedad de San Vicente de Paúl
enseñan el catecismo y dirigen las prácticas de
piedad; el marqués Patrizi marca las tarjetas de
asistencia, que llevan consigo los muchachos cada
domingo. Si se les atendiera también por las
tardes, ciertamente se les haría mucho mayor bien.
>>Por la tarde, como no tienen un local a
propósito en la Virgen de la Encina, aquellos
chavales se reúnen en otro Oratorio, llamado San
Juan de los Florentinos, pero allí no hay más que
juegos sin ninguna función religiosa. Fuimos a la
hora oportuna y vimos cerca de un centenar de
muchachos que se divertían a su gusto con diversos
juegos, lejos de los peligros y de la inmoralidad.
>>Nos ha dado mucha pena que no tuvieran más
ventajas, ya que no recibían instrucción
religiosa. En vez de Oratorio debiera llamarse
Recreatorio. Si hubiera algún eclesiástico que se
cuidase de ellos, podría hacerles el bien que
tanto necesitan sus almas; y esto nos dio mucha
pena, porque vimos muy buenas disposiciones en
aquellos jóvenes; muchos de ellos estaban
encantados charlando con nosotros, besándonos
muchas veces la mano a mí y a Rúa, que muy a su
pesar, debía permitirlo.
>>Después de entretenernos un rato con aquellos
chavales:
>>-Vamos, nos dijo el señor marqués Patrizi,
vamos a ver otro Oratorio de muchachos mayores a
la otra parte del Tíber.
>>Como se trataba de oratorios condescendimos
enseguida y, subimos a una barca, fuimos al
Trastévere, a un tercer oratorio llamado de la
Asunción. Este nos gustó bastante: su amplio patio
dispuesto para cualquier clase de entretenimiento,
la iglesia cercana, los muchachos mayores, el
canto y las funciones nos transportaban con el
espíritu a nuestro Oratorio de San Francisco de
Sales. También nos gustó mucho ver al Director de
aquel Oratorio, el Abate Biondi, ((**It5.874**)) dar la
plática e interrogar a los muchachos más
adelantados, como se hace entre nosotros, después
de exponer la Historia Eclesiástica. Pero también
aquí falta algo: no hay funciones por la mañana,
no se da la bendición, son cerca de ochenta y el
local es capaz para cuatrocientos. Sin embargo,
nos ha gustado; hemos hecho amistad con algunos de
ellos,
(**Es5.620**))
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