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estas galerías tienen cuatro o cinco pisos
superpuestos, y se comunican por escaleras
estrechísimas y hasta peligrosas. A una y otra
parte están las tumbas excavadas paralelamente en
la piedra caliza en varias filas como estanterías.
Allí enterraban antiguamente a los cristianos y,
en particular, a los mártires. Los que daban la
vida por la fe eran distinguidos con algún emblema
especial. Una palma era señal de que habían
vencido a los tiranos; una vasija o jarrita
significaba que habían dado la sangre por la fe,
la P cruzada con una X quería decir Pax Christi
(la paz de Cristo), o bien pro Christo passus
(padeció por Cristo). A otros les dibujaban los
instrumentos con los que habían sufrido el
martirio. A veces enterraban estos emblemas en la
misma tumba del Santo. Cuando no arreciaban las
persecuciones, se escribía el nombre y el apellido
del mártir con algún luminoso rasgo de su vida. A
los simples cristianos, no se les ponía
generalmente ninguna señal, sino alguna
inscripción brevísima en griego o en latín que
indicaba la persona enterrada. Pero la señal más
común era un pez, porque la palabras griega que
expresa PEZ con sus letras viene a significar las
iniciales de las palabras siguientes: JESUS
CRISTUS FILIUS DEI SALVATORIS. (Jesucristo, hijo
de Dios Salvador).
>>-Aquí está, nos dijo el guía, el sitio donde
se encontraba sepultado San Pancracio, junto a San
Dionisio su tío, y, aquí cerca, yacía otro
pariente suyo.>>Nosotros visitamos las tumbas, que
son como una pequeña habitación, en cuyo derredor
se ven inscripciones ((**It5.867**))
antiguas que no supimos leer. En la bóveda está
pintado un jovencito que nos pareció representaba
a San Pancracio. No es una pintura muy perfecta
artísticamente , pero es preciosa porque nos
recuerda cómo ya en los primeros siglos en la
Iglesia se veneraba a los santos en sus imágenes.
>>-He aquí una cripta, nos dijo de nuevo el
guía.
>>Cripta es una palabra de origen griego que
significa lugar subterráneo, y es un espacio un
poco más amplio que los demás. Allí solían
reunirse los cristianos en tiempo de persecución y
asistían a los sagrados misterios. A un lado se
conserva todavía el antiguo altar sobre el cual se
celebraba el santo sacrificio. De ordinario servía
como altar la tumba de un mártir.
>>Un poco más adelante nos enseñó la capilla
donde el Papa San Félix solía retirarse a
descansar y celebrar la santa misa. Más allá está
el sitio donde fue sepultado. A uno y otro lado
veíamos esqueletos humanos reducidos a pedazos por
la fuerza del tiempo y el guía nos aseguró que
siguiendo hacia delante, encontraríamos el sitio
donde había mártires y lápidas con inscripciones
intactas. Pero nosotros estábamos muy cansados. El
aire subterráneo, el sofoco que allí se siente, la
fatiga que se experimenta al caminar, ya que hay
que cuidar de no golpear con la cabeza, no chocar
con los hombros y no resbalar los pies, son cosas
que cansan bastante. Además, nos decía nuestro
guía, aquellos subterráneos van aumentando y
algunos llegan a tener hasta quince o veinte
millas.
>>Volvimos, pues, al punto de partida. Al
llegar a la plaza de la iglesia, antes de partir,
vimos una inscripción a la izquierda de la puerta
principal. Decía así: Coemeterium Sancti Calipodii
presbyteri et martyris Cristi. (Cementerio de San
Calipodio presbítero y mártir de Cristo). Hay allí
una puerta por la que se entra en un cementerio o
mejor en otras catacumbas, llamadas de San
Calipodio, ya sea porque este santo sacerdote se
cuidó de excavarlas, ya sea porque él fue
enterrado allí.
También hubiéramos querido visitarlas; pero nos
dijeron que era un local peligroso y que, por
tanto, no era conveniente entrar. Montados de
nuevo en el carruaje, con el padre Jacinto,
bajamos del Janículo hacia Roma y fuimos a San
Pedro in Montorio.
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