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-Todavía no; querría ver.
->>Y cómo hacer?
-Mande traer una caña y un cerillo.
Trajeron la caña y el cerillo, que puesto en la
punta de la caña, no llegaba al fondo. Llevaron
una segunda caña, que tenía en la punta un
ganchillo de hierro. Así consiguieron tocar la
losa del sepulcro de San Pedro. Estaba a siete u
ocho metros de profundidad. Golpeando suavemente,
el sonido que subía indicaba que el ganchillo
tocaba unas veces hierro, y otras mármol. Lo cual
confirmaba lo escrito por los antiguos
historiadores. Don Bosco observaba todo con mucha
diligencia para la revisión de la vida de San
Pedro que ya tenía escrita, en la que seguía las
obras de Sartorio, Cuccagni y los días veintinueve
y treinta de junio de la de los Bolandistas.
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