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Hiciéronle una señal al clérigo Rúa para retirarse
y él, haciendo una genuflexión en medio de la
sala, salió.
El Santo Padre discurrió nuevamente con don
Bosco sobre los Oratorios, sobre el espíritu que
les infundía y alabó la publicación de las
Lecturas Católicas indicándole, que animase a sus
colaboradores a quienes él bendecía de corazón.
Una de las cosas que repitió con complacencia fue
ésta:
-Cuando me acuerdo de esos muchachos, me
conmuevo con las treinta y tres liras que me
enviaron a Gaeta. Pobrecitos, añadía, se privaron
de los céntimos destinados al panecillo y al
condumio: ífue un gran sacrificio para ellos!
Don Bosco respondió:
-Nuestro deseo hubiera sido hacer mucho más,
pero fue para nosotros un gran consuelo saber que
nuestra pequeña oferta había agradado a Su
Santidad. Sepa que allá en Turín tiene un grupo
numeroso de hijos que le quieren de veras y
siempre que hablan del Vicario de Jesucristo, lo
hacen con transportes de alegría.
El Santo Padre oyó esto con gran satisfacción y
llevando la conversación nuevamente a los
Oratorios, a cierto punto, espontáneamente
preguntó:
-Querido don Bosco, habéis emprendido muchas
cosas; mas, >>si murieseis, qué sería de vuestra
obra?
Don Bosco, que estaba para entrar en su
principal asunto, aprovechó la ocasión y,
respondiendo que precisamente había ido a Roma
para resolver el porvenir de los Oratorios, le
entregó la carta comendaticia de monseñor
Fransoni. Y añadió:
-Suplico a Su Santidad tenga a bien indicarme
las bases de una Institución que esté de acuerdo
con los tiempos y lugares en que vivimos.
-El Vicario de Jesucristo, leyó la
recomendación del ((**It5.860**))
intrépido desterrado, se enteró de los proyectos e
intenciones de don Bosco, se puso muy contento y
dijo:
-Se ve que los tres estamos de acuerdo.
Pío IX aconsejó entonces a don Bosco que
redactara las reglas de la Pía Sociedad, de
acuerdo con la finalidad concebida y le hizo
diversas indicaciones a tal fin. Entre otras cosas
le dijo:
-Conviene que fundéis una Sociedad que no pueda
ser estorbada por el Gobierno; pero al mismo
tiempo no os contentéis con ligar a los miembros a
través de simples promesas, porque de lo contrario
no habría unión entre los socios, entre superiores
e inferiores; nunca estaríais seguro de vuestros
súbditos, ni podríais confiar en su voluntad.
(**Es5.610**))
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