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En medio de todos estos festejos, don Bosco no
cesaba de combatir a los protestantes y publicaba
en tres folletos, correspondientes a junio y
julio, el Catecismo sobre la Iglesia Católica para
uso del pueblo, por Juan Perrone, de la Compañía
de Jesús. El autor de este volumen, de unas
doscientas páginas, presenta en él la naturaleza y
el origen de la Iglesia Católica; las notas y
prerrogativas de la verdadera Iglesia de
Jesucristo, su infalibilidad, santidad, duración e
inmutabilidad. Habla de su constitución, de la
obligación de ((**It5.66**)) escuchar
su magisterio, responde a las objeciones de los
protestantes contra la inquisición, la confesión,
la misa, el purgatorio, el culto y la veneración
de los santos. Y termina demostrando que los
fieles tienen la obligación de amar a la Iglesia
Romana.
Don Bosco suspendió estos trabajos para ir a
confesar a San Ignacio y se llevó consigo al
clérigo Miguel Rúa que deseaba hacer ejercicios
espirituales; pero los continuó apenas volvió a
Turín.
En el mes de agosto publicó un librito anónimo
en dos folletos, titulado: Entretenimiento acerca
de la santa misa. Son unos diálogos de un padre
con su hijo. Prueba la institución divina de los
sacrificios antiguos y el de la santa misa; refuta
las descaradas mentiras de los protestantes con
las antiguas y diversas liturgias de las iglesias
cristianas y aún cismáticas, las cuales confirman
plenamente las creencias católicas, y demuestra la
excelencia de la santa misa y sus prerrogativas o
propiedades de valor infinito, y que sus frutos
redundan en favor del sacerdote y de los fieles
vivos y difuntos.
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