((**Es5.598**)
piedad todos los auxilios ((**It5.842**)) de la
religión, acababa de pasar a mejor vida el Padre
Lolli, Rector del Noviciado de los Jesuitas, en la
iglesia de San Andrés de monte Cavallo. Como
piamontés que era, había morado mucho tiempo en
Turín, donde se había hecho célebre por su
oratoria y su celo en el ministerio de la
confesión.
La difunta reina de Cerdeña, María Teresa, lo
había elegido para confesor. Don Bosco se sumó al
dolor general y a las plegarias que en su sufragio
se hicieron, ya que conocía al Padre Lolli desde
hacía mucho tiempo.
Entre tanto, el conde Rodolfo le notificaba que
se multiplicaban las enfermedades en Roma, y que
la mortandad, durante los meses de enero y
febrero, había sido cuatro veces mayor que de
ordinario. Mas el peligro de las fiebres no
apartaba a don Bosco de sus devotas e instructivas
peregrinaciones.
El día seis de marzo por la mañana, fue en
compañía de la familia De-Maistre y del clérigo
Rúa, a visitar el magnífico Hospicio de San Miguel
in Ripa. El cardenal Tosti, que les esperaba,
había preparado para ellos un desayuno de cuchillo
y tenedor, pero don Bosco y sus acompañantes no
participaron. Habían desayunado antes de salir de
casa, y no querían faltar a la ley del ayuno.
Entonces el Cardenal tuvo la cortesía de
acompañarles por todas las plantas y salones del
Hospicio, seguido de uno de los directores.
Aprendían allí los muchachos las artes mecánicas y
las artes liberales. Los que se dedicaban a las
primeras, tenían sus talleres de zapatería,
sastrería, cerrajería, carpintería, sombrerería,
guarnicionería y ebanistería. Muchos trabajaban en
una tipografía y en una encuadernación. Pío IX,
para favorecer a este Hospicio, habíale concedido
el privilegio de editar en exclusiva ((**It5.843**)) los
libros escolares que se usaban en todos los
Estados Pontificios.
Los que se dedicaban a las artes liberales, que
eran los más, fabricaban bajo la dirección de
hábiles maestros, alfombras y tapices de estilo
gobelino, tallaban en madera, pintaban, esculpían,
grababan en cobre camafeos y medallas.
Don Bosco, pasaba de un taller a otro. Ya
estaba informado de la marcha de aquella casa por
el conde De-Maistre y por algunos señores de Roma,
eclesiásticos y seglares, que se lamentaban de que
los administradores habían eludido algo la
finalidad de la fundación.
Efectivamente, el Hospicio, en vez de albergar
solamente a muchachos pobres, mantenía también a
chicos de familias pudientes con las rentas de la
caridad, y allí recibían educación los hijos y
sobrinos
(**Es5.598**))
<Anterior: 5. 597><Siguiente: 5. 599>