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Don Bosco, penetrado de estos sentimientos, tan
a propósito para conmover una alma llena de fe,
acercóse a la Cátedra de San Pedro y, después de
renovar su saludo, dirigió sus pasos hacia la
parte meridional de la Basílica y admiró otras
tumbas pontificias, examinó las suntuosas capillas
y los altares, especialmente el de la Virgen de la
Columna, así llamado por la imagen de la Virgen
pintada sobre una columna de la antigua Basílica
Constantiniana. Veneró también las urnas que
encierran los cuerpos de diversos santos: de los
apóstoles Simón y Judas, de San León Magno, de los
Santos León II, III y IV, de San Bonifacio IV, de
San León IX, de san Gregorio Magno y de San Juan
Crisóstomo. Por fin se detuvo en la última capilla
de la nave menor, o sea en el baptisterio cuya
concha es de pórfido.
Esta segunda visita a San Pedro terminó media
hora después del mediodía, por lo que el Señor
Carlos De-Maistre dejó para otra ocasión el subir
a la cúpula.
((**It5.841**)) Después
de comer y descansar un rato, fue a dar un vistazo
al palacio apostólico del Quirinal, y entró en la
iglesia de San Andrés, junto al noviciado de los
Padres Jesuitas, donde, en una capilla cubierta de
los más preciosos mármoles, descansa bajo el altar
el cuerpo de San Estanislao de Kostka. El cuatro
de marzo lo dedicó don Bosco a visitar la basílica
de la Santa Cruz de Jerusalén, junto a la cual hay
un convento de Cistercienses. Fue con Miguel Rúa,
bajo una lluvia torrencial y llegó calado de pies
a cabeza; pero la satisfacción experimentada en
esta iglesia compensó la incomodidad.
Es ésta una de las siete basílicas que se
visitan para ganar las indulgencias. Fue erigida
por Constantino el Grande, en recuerdo de la
invención de la Santa Cruz en Jerusalén por Santa
Elena, su madre. Allí se conserva una parte
considerable del sagrado madero y el Título de la
cruz.
Bajó don Bosco a la capilla de Santa Elena,
llamada la santa Capilla, porque la emperatriz
hizo transportar allí mucha tierra del Monte
Calvario. Frente a ella está la capilla
Gregoriana, en la que se puede lucrar indulgencia
plenaria aplicable a las almas del Purgatorio, por
quien celebra la misa y por quienes la oyen. Don
Bosco celebró el Santo Sacrificio en este altar.
El Padre Abad, Marchini de nombre y piamontés,
tuvo con él toda suerte de atenciones y le mostró
la biblioteca riquísima en pergaminos antiguos.
El cinco de marzo llovió casi todo el día. Don
Bosco lo dedicó a escribir. El conde Carlos le
llevó una triste noticia. A las diez de la mañana,
tras breve enfermedad, y después de recibir con
edificante
(**Es5.597**))
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