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muchos encargos que le dieron antes de salir de
Turín. De repente, oyó que le saludaba una voz
amiga. Era la del padre jesuita Bresciani, quien
lo invitó a pasar por la redacción de la Civilt…
Cattolica, donde le esperaban otros padres de la
Compañía. Y don Bosco, prometió que lo haría en
los días siguientes.
El veinticuatro de febrero entraba en la famosa
basílica de Santa María la Mayor, edificada por
encargo de la Virgen sobre el monte Esquilino,
donde el cuatro de agosto del trescientos
cincuenta y dos cayó milagrosa y abundante la
nieve anunciada. Allí ((**It5.824**)) veneró
la cuna del Salvador, el cráneo del apóstol Matías
expuesto en la capilla bajo el altar papal, por
ser el tiempo de estación, 1 y una pintura
atribuida a San Lucas, que representa a la
Santísima Virgen.
Por la tarde, después de la comida, de rigurosa
abstinencia, como estaba prescrito en Roma para
todos los miércoles de cuaresma, entabló
conversación con sus nobles anfitriones sobre esta
ley rigurosamente observada por toda clase de
personas, tanto que ni en los mercadillos
públicos, ni en las tiendas podía comprarse carne,
huevos ni manteca. Por consiguiente, salió a
relucir la antipatía que sienten los protestantes
contra la mortificación cristiana, las reliquias
de los santos, el recuerdo de sus heroicos
sufrimientos y contra todo lo que sabe a
penitencia o huele a sobrenatural.
La señora Francisca De-Maistre, narró entonces
un suceso digno de recuerdo:
-El año pasado estuvo aquí el Vicario General
de Siena. Entre las cosas que solía contar figura
lo relativo a San Galgano, soldado. Murió este
santo hace siglos, y su cuerpo se conserva
incorrupto; pero lo maravilloso es que cada año se
le cortan los cabellos, que vuelven a crecer
insensiblemente y alcanzan la misma longitud
durante el año siguiente. Un protestante, al oír
semejante prodigio, se echó a reír y dijo:
-Déjenme a mí sellar la urna de la cabeza y, si
crecen lo mismo los cabellos, yo reconoceré el
dedo de Dios en el prodigio y me haré católico.
Se lo comunicaron al Obispo el cual contestó:
-De acuerdo; yo pondré mi sello episcopal para
la autenticidad de la reliquia y él que ponga el
suyo para asegurarse del hecho.
Así se hizo. Pero el protestante, impaciente
por ver si el hecho empezaba a verificarse, pidió
algunos meses después que se abriera
1 Durante el tiempo de cuaresma y otros
períodos, hay en Roma iglesias señaladas para
lucrar las indulgencias, precisamente llamadas
estacionales. Es lo que sucedía aquel día en Santa
María la Mayor. (N. del T.)
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