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((**Es5.584**) El veintitrés de febrero tuvo don Bosco la gran satisfacción de visitar la iglesia de San Pedro ad Víncula, sita al mediodía de la ciudad y confiada a los Canónigos Regulares de San Agustín. Es tradición constante que el primer Vicario de Jesucristo erigiera en este lugar la primera capilla cristiana. Era un día excepcional, porque se podían ver las cadenas de San Pedro, lo que sucede raras veces. Así, pues, don Bosco y su clérigo tuvieron la suerte de tocarlas con sus manos, besarlas, ponérselas al cuello y en la frente. Al salir de la iglesia dieron los primeros pasos en busca de una recomendación, indispensable para empezar las formalidades de la aprobación de las reglas de la Pía Sociedad. Hacia las nueve fueron a la iglesia de Santa María sobre Minerva, así llamada por estar edificada sobre las ruinas de un templo dedicado a aquella diosa. Entraron en el convento, donde fueron muy bien recibidos por el cardenal Gaude, que vivía allí mismo y ya los esperaba. El purpurado, que tenía muy buena amistad con don Bosco, lo entretuvo en audiencia privada casi una hora y media. Gozaba el Cardenal charlando en su querido dialecto piamontés, le preguntaba por los Oratorios festivos, inquiría cómo andaba la situación de la Iglesia en los Estados Sardos y escuchaba con agrado lo que don Bosco le sugería sobre las Constituciones, que llevaba consigo. Con sus palabras y su porte demostraba que la alta dignidad que gozaba no le había disminuido su humildad, y mucho menos ((**It5.823**)) su amor a la patria y su cariño para con sus antiguos amigos. Tanto en esta visita, como en todo cuanto le ocurrió a don Bosco en su trato con el Cardenal, le ayudó mucho el dominico padre Marchi, que tuvo con él gran deferencia y se ofreció a ayudarle en todo cuanto pudiera necesitar durante su estancia en Roma. Después de comer fue a visitar al marqués Juan Patrizi, sobrino del Cardenal Vicario, que vivía en la plaza llamada de San Luis de los Franceses. Don Bosco le entregó una carta del conde Cays y sostuvo con él una larga conversación sobre la sociedad de San Vicente en Roma, de la que era el Marqués uno de los presidentes más activos. Vino así a saber que había quince conferencias, que todas contaban con abundantes medios económicos, y experimentó una viva satisfacción al saber que los socios extendían sus cuidados al patronato de muchachos abandonados, en favor de los cuales habían gastado durante el año anterior dos mil liras. Frente al palacio Patrizi se levanta la espléndida iglesia de San Luis de los Franceses: don Bosco la visitó y luego se dirigió hacia las Quattro Fontane, cansado porque ya había cumplido algunos de los (**Es5.584**))
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