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a oír la santa misa. Entraron en la iglesia en el
mismo instante en que empezaba la misa cantada.
Admiró el porte de los que la celebraban y le
satisfizo cómo cantaban.
La normal entonación, las voces claras, acordadas
y sonoras, y todo el conjunto, unido a la
sencillez de la música, formaba una armonía que
satisfacía a la devoción.
((**It5.816**))
Mientras tanto, andaba disgustadísimo el señor
Mentasti, porque no encontraba a sus dos
compañeros de viaje y estaba a punto de partir el
coche correo. Advertidos don Bosco y Rúa,
corrieron al lugar indicado y, subidos al cupé de
la diligencia, tirada por seis robustos caballos,
tomaron el camino de Civitavecchia a Roma. La
distancia entre estas dos ciudades es de cuarenta
y siete millas italianas, 1 que corresponden a
treinta y seis millas piamontesas. El camino era
amenísimo, los prados y las orillas verdes y
cubiertas de flores. Don Bosco demostraba una viva
alegría con observaciones ingeniosas y amenas.
Después de dieciocho millas, siempre junto al
Mediterráneo, llegaron a un pueblo llamado Palo.
El conductor invitó a los pasajeros a apearse,
porque quería que descansaran los caballos y
echarles un pienso. Dado que la parada duraba una
hora, don Bosco, el señor Mentasti y el clérigo
Rúa aprovecharon para entrar en un mesón. El
mareo, los trámites de la aduana y la dichosa
prisa del señor Mentasti para salir de
Civitavecchia no les habían permitido tomar ni un
bocado. La mesa estuvo enseguida a punto y los
tres famélicos viajeros se sentaron frente a los
bollos y comieron cuanto les pusieron delante.
Mientras tanto el hombre que los había servido
se acurrucó en un rincón de la sala, envuelto en
una manta, tan demacrado, acabado, tembloroso y
pálido, que parecía la imagen de la muerte.
Mediada la comida se acercó a don Bosco y le dijo:
->>Usted se ha mareado, verdad, Reverendo?
-Ciertísimo; y ahora tengo gran apetito,
respondió don Bosco.
-Pues bien, escúcheme, Reverendo; no coma más,
((**It5.817**)) que le
fastidiará y le hará daño; ya ha comido bastante;
yo entiendo algo de esto.
Don Bosco se lo agradeció y entabló con él una
conversación por la que vino a saber que aquel
hombre era el dueño del mesón y hacía tiempo que
era víctima de unas fiebres tan fuertes que le
ponían al borde de la muerte.
1 La milla marina o geográfica, equivale a
1.852 metros. (N. del T.)
(**Es5.579**))
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