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((**Es5.57**) ((**It5.61**)) Después del Ministro escribía el Alcalde: Ciudad de Turín Respuesta a la carta del 30 del pasado abril. Turín, día 13 de mayo de 1854 Con afán de demostrar, aunque modestamente, mi vivo deseo de participar en cuanto pueda ser útil a los Oratorios festivos que V.M.R. Señoría ha iniciado y sostenido con tanto éxito y para beneficio moral y material de los muchachos abandonados, me considero muy feliz al poder secundar la invitación que de usted he recibido en la carta mencionada al margen, aceptando los cien boletos de la tómbola en pro de los Oratorios, que en ella me enviaba; y, al unir a la presente las veinte liras, valor de dichos boletos, hago votos para que los piadosos Oratorios encuentren siempre apoyo en quienes están en disposición de patrocinarlos, como bien lo merecen, y tengo el honor de profesarme con toda consideración, De V. S. muy Rvda. S.S. NOTTA El sorteo de la tómbola debía celebrarse el 27 de abril; pero don Bosco consiguió que pudiera retrasarse algunas semanas. Por aquellos mismos días tenía lugar un suceso digno de mención. Habiendo ido don Bosco a los salones de la tómbola, se encontró, entre las muchas personas que la visitaron, con cierto señor que le pidió insistentemente que le confesara. Indicóle don Bosco que fuera a la cercana catedral y esperara allí un momento. Acercóse él también; se sentó en un banco algo retirado, esperando a que aquel señor ((**It5.62**)) se acercara para confesarlo allí; cuando lo vio ir derecho a arrodillarse ante un confesonario. No sabía don Bosco qué hacer, temiendo que el sacristán acudiese a echarlo como a un intruso, o que llegara el canónigo titular del mismo para confesar a algún penitente suyo. Dudó un momento, se decidió por fin y fue a confesarlo. Pero, detrás de él se presentó otro, y luego fueron llegando más, con lo que don Bosco estuvo confesando casi medio día. Sucedió que, entre todos ellos, hallóse también un sujeto empleado en el Oratorio que buscaba un confesor que no le conociese y, al ver aquel confesonario ocupado, se arrodilló y, llegado su turno, se confesó. Manifestó primero que había ido a confesarse allí, porque no quería que don Bosco se enterase de una falta bastante grave que había cometido en el manejo, quizá, del dinero de casa. Don Bosco le escuchó, sin proferir palabra, y luego le dijo: -Mira, te aseguro que don Bosco no se enterará de nada y, para tranquilidad de tu conciencia, en adelante sábete que a don Bosco le importa poco esto. (**Es5.57**))
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