((**Es5.568**)
su apoyo para ((**It5.799**))
conseguir algún derecho o favor, o la dispensa de
algún injusto gravamen.
La siguiente carta, una entre muchas, fue
escrita en aquellos meses por la esposa del conde
Ponza de San Martín. En ella promete la noble
señora a don Bosco interesarse por un asunto del
canónigo Degaudenzi, arcipreste de la Basílica
Metropolitana de Vercelli.
Muy Rdo. Señor:
Perdone si le molesto mandándole esta carta
para el señor Arcipreste de Vercelli, ya que no me
atrevo a escribir el sobre, pues no tengo a mano
su nombre, que yo misma entregué, con la carta que
él escribió, a mi marido para las convenientes
aclaraciones. Me gustaría que la cosa saliera
bien, sobre todo porque así lo desea V.S. a quien
profeso, no diré estima sino la admiración que
corresponde a un nombre convertido ya en sinónimo
de verdadera caridad cristiana. Me ha dado usted
un gran consuelo al decirme que recordaba a mis
hijos en sus oraciones, que yo considero como
garantía para ellos de gracias particulares del
Señor. Mi Coriolano se prepara para recibir su
primera comunión en esta Pascua. De este solemne
acto depende quizá su futuro religioso. Piense
V.S. con qué interés ve mi corazón materno
aproximarse el día; de modo que si V.S. puede
enfervorizarlo con alguna exhortación o una santa
palabra suya, se lo agradeceré toda mi vida. Mis
hijos son mi ocupación y mis delicias; y si el
Señor quiere que sean realmente s y piadosos, sea
cual fuere lo que luego me suceda, ya me habrá
concedido todo lo mejor que puedo desear en la
tierra. V.S. disculpe mi digresión y créame con mi
más profundo respeto.
MINERVINA
BAGNOLA DE S. MARTIN
Mientras tanto don Bosco, previo el parecer de
don José Cafasso y del teólogo Borel, había
escrito una segunda carta a ((**It5.800**))
monseñor Fransoni, exponiéndole más detenidamente
cómo pensaba fundar una Sociedad religiosa de
votos simples, cuyos socios, aun después de la
profesión, pudieran gozar de todos los derechos
civi les y fueran libres ciudadanos ante la ley
del Estado. En la misma carta le comunicaba que
él, obedeciendo a su recomendación, estaba a punto
de partir para Roma. El Arzobispo recibió con
agrado esta comunicación y, desde su destierro, le
envió una larga carta comendaticia. En ella
manifestaba aquel gran Pastor su gran benevolencia
por don Bosco, ensalzaba su caridad y su celo por
la educación cristiana de la juventud, hacía notar
el gran bien religioso y moral que había hecho en
Turín con la obra de los Oratorios y, con todo
respeto pero con la más viva insistencia, rogaba
al Santo Padre, que le dispensara ampliamente sus
iluminados consejos y el apoyo de su suprema
Autoridad.
(**Es5.568**))
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