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Católicas, pero sí que entran periódicos malos y
libros escritos adrede para falsear la moral y
corromper los corazones. Nos duele que esos
hermanos nuestros tengan el veneno y estén
privados del contraveneno.
Rogamos, pues, y pedimos a nuestros hermanos
sacerdotes que procuren darles la mayor publicidad
posible y tendrán, según esperamos, el mérito ante
Dios y el agradecimiento de la misma sociedad
cristiana.
NOTAS. La dirección ha tenido en cuenta los
consejos y sugerencias que le han hecho
corresponsales, suscriptores y amigos para mejorar
en lo posible lo mismo la publicación de los
folletos, que los temas a tratar. Y siempre
agradecerá a todos, las amistosas observaciones
que se le hagan a este respecto.
Rogamos encarecidamente a los suscriptores que
no leen los folletos, por falta de tiempo o porque
el argumento les parece trivial, que no los dejen
abandonados en las estanterías, sino que los hagan
pasar a manos de los que no pueden o no quieren
suscribirse.
En el despacho de la Dirección central de las
Lecturas Católicas, calle de Santo Domingo, n.°
11, Turín, se encuentran a la venta las obritas
publicadas en los años precedentes, para quienes
se interesen por ellas. Los que adquieran ((**It5.798**))
cincuenta ejemplares de un mismo título, tendrán
diez gratis, y los que adquieran ciento tendrán
veinticinco gratis. Los gastos de envío y correo
van por cuenta del destinatario.
Estas eran las medidas que don Bosco había
tomado por necesidad de la publicación, al
presente difundida en Lombardía, Toscana, Cerdeña,
Niza Marítima y Trento con sus respectivos centros
de corresponsales; afortunadamente ya no estaba
solo para ello. Había un joven, de familia
distinguida, empleado en Correos, dotado de
talento y bondad, instruido en religión, que había
frecuentado el Oratorio festivo en su infancia,
que se llamaba César Chiala, el cual, invitado por
don Bosco, ya le ayudaba a preparar material para
escribir los folletos; y esto siguió haciéndolo
durante varios años. Corregía pruebas, traducía
obritas del francés. Algunos folletos anónimos son
obra suya, aunque revisados con toda diligencia
por don Bosco. Por la tarde, después de comer con
su madre en la ciudad, se metía en una celda a él
destinada, y trabajaba hasta hora muy avanzada.
Con frecuencia se quedaba a dormir en el Oratorio
y por la mañana cumplía sus devociones en medio de
los muchachos con edificante piedad. Era un modelo
para todos. A la hora del desayuno, se refocilaba
con un poco de pan a secas, en compañía de los
clérigos y luego iba a su oficina de Correos.
Alguna vez acompañó a don Bosco a I Becchi, para
continuar, bajo la tutela del maestro, sus
escritos; y también allí se corformaba por las
mañanas comiendo pan solo y no quería más.
Asegurada de este modo la marcha normal de las
Lecturas Católicas, aun para el tiempo de su
ausencia, don Bosco terminaba sus gestiones ante
el Gobierno en favor de eclesiásticos que se
valían de
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