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((**Es5.563**) aguantar las burlas de quien no conocía ni apreciaba bastante su santa intención y los óptimos frutos obtenidos; las saben, en parte, los socios de entonces. Ellos condividían con él consuelos y tribulaciones y también pequeñas persecuciones por parte de ese díscolo, que nunca falta en una comunidad. Don Bosco, observaba, animaba, protegía a Bongiovanni y a los suyos, reprendía hasta con severidad a ciertos botarates, pero frecuentemente parecía que toleraba alguna crítica o burla, si no eran mal intencionadas. Le gustaba que se acostumbrasen a no desalentarse por una palabra necia o maliciosa, que batallasen contra el respeto humano y llevasen la frente alta, satisfechos de servir al Señor. Por otra parte, se industriaba para que su virtud fuera sólida y bien fundada. Insistía cuanto podía para que los cantores pertenecieran también al Clero Infantil, pues quería que la música fuera un servicio propiamente suyo. Por eso exigía que el catequista no pretendiese que los que tenían mejor voz que los demás hubieran de dejar el coro para ayudar al altar, salvo que el maestro de música declarase no ser necesaria su presencia en el coro. ((**It5.792**)) -Déjeseles a ellos, decía, el servicio de las funciones sagradas en las fiestas menos solemnes, cuando se canta la misa en gregoriano. Era la prudencia la que dictaba esta norma. Los cantores, por ser muy numerosos, eran los menos vigilados al ir a clase de canto, durante la misa y al volver a sus ocupaciones ordinarias, y aún mientras estaban en el coro. A veces tenían que ir a los pueblos, invitados para una fiesta. Era, pues, necesario que fueran los mejores y más fervorosos alumnos para dar buen ejemplo en los pueblos. Porque, en efecto, era y es un magnífico ejemplo para un pueblo y aún para una ciudad, ver a los cantores comulgando devotamente por la mañana y luego cantando con verdadera expresión de fe. Solía ocurrir también que estos muchachos, al no hallar en los pueblos donde alojarse todos juntos, se hospedaban por grupos pequeños, en algunas familias, encantadas de ayudar al párroco o al mayordomo de la fiesta. En estos casos puede suceder que alguno se encuentre en peligro de ofender al Señor por apocamiento, ya que quien es fuerte y resuelto en el santo temor de Dios, sabe defenderse de imprudentes e insidiosas sorpresas. En efecto, viose en cierta ocasión a uno de nuestros cantores levantarse e imponer silencio a cierto amigo del huésped, que, habiendo sido invitado a comer, empezó (**Es5.563**))
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