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Luego me preguntó:
->>Estás cansado? >>Has comido?
-Sí, don Bosco; gracias.
->>Has saludado a don Miguel Rúa?
Y don Miguel Rúa que estaba cerca, dijo:
-Ya nos hemos visto, >>no es cierto?
-Pues bien, concluyó don Bosco, desde ahora en
adelante, siempre a él...
Fueron las últimas palabras que yo oí de
aquellos queridos labios>>.
Aquel mismo año 1857, sucedió un hecho notable,
después de los ejercicios en Salicetto.
Habíase entretenido don Bosco conversando con
el teólogo Murialdo sobre la necesidad de una
escuela elemental diurna y diaria para los chicos
que, después de ir al Oratorio de San Luis en los
días de fiesta, se pasaban holgando toda la semana
y con peligro de caer en las redes de los
protestantes, que tenían su templo por aquellos
barrios. Era, pues, preciso resolver la urgente
necesidad, porque de otro modo serían en parte
inútiles los trabajos de los buenos catequistas.
Mientras se buscaba una solución, don Bosco fue
invitado a una reunión general de la Sociedad de
San Vicente de Paúl, que se celebraba en Turín, en
su propia sede, calle de los Stampatori
(impresores) el 8 de diciembre por la tarde.
Don Bosco asistió, como solía hacer siempre,
acompañado de algunos de sus alumnos mayores,
miembros de las conferencias anejas, entre los que
estaba Juan Villa. Durante el camino ((**It5.783**)) les
decía:
-Esta tarde, oiréis a unos señores que hablan
como apóstoles.
En la solemne asamblea un socio trató de la
necesidad de poner un dique a la invasión
protestante en Turín. Explicó cómo con sus
escuelas elementales y agrarias gratuitas,
abiertas en aquellos días y sobre todo con las de
Borgo Nuovo, hacia el Valentino y la avenida de
los Plátanos, actualmente avenida de Víctor
Manuel, ponían a los muchachos en gravísimo riesgo
de perder la fe. Dijo, además, que habían abierto
un asilo junto a su iglesia, donde distribuían
sopa gratuitamente a todos los niños católicos que
se presentaban. Diversos oradores expusieron sus
proyectos para paralizar la obra de aquellos
maestros de la herejía; pero la asamblea, fuera
por miedo a los enormes gastos propuestos, fuera
porque no todos estaban de acuerdo en la forma de
actuar, no llegaba a una conclusión definitiva y
la reunión se alargaba, con peligro de no resolver
nada. Don
(**Es5.556**))
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