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que no debe olvidarse tampoco en nuestros días:
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Jesucristo, bajo pena de muerte para quien
desobedeciese, los cristianos de Lyon, sabedores
de que las leyes de los soberanos de esta tierra,
cuando son contrarias a las leyes de Dios y de la
Iglesia no merecen el nombre de tales, y no sólo
no hay obligación de observarlas, sino que es
obligatorio no cumplirlas, determinaron mantenerse
firmes en la fe a cualquier costo, y se dejaron
matar por millares, antes que someterse a aquella
inicua orden>>.
Mientras tanto, en Salicetto, los confesonarios
del venerado compañero de don Bosco en la
predicación y de otros celosos sacerdotes estaban
asediados de penitentes, desde las primeras horas
de la mañana hasta muy entrada la noche. Además,
aquellos días también la casa parroquial andaba
llena de personas que iban a pedir a don Bosco, en
los ratos que tenía disponibles, una bendición
para sus enfermos o bien se los llevaban allí
delante para que suplicara su curación a la
Santísima Virgen.
No le permitían un momento de reposo; y, a
pesar de ello, no dejaba de responder las cartas
que se había llevado consigo o que le enviaba don
Víctor Alasonatti. Si no podía de día, escribía de
noche. He aquí una, dirigida al conde Pío Galleani
de Agliano con indicaciones de seguro aprobadas
por don José Cafasso.
Ilmo. y Benemérito Señor Conde:
Mientras me encuentro aquí en Salicetto,
predicando una tanda de ejercicios espirituales,
echo un vistazo a las cartas a contestar y me
encuentro con una de V. S. Ilma., que estoy cierto
haber contestado mentalmente pero no sé si también
en realidad. Sea como fuere, ruégole tenga a bien
disculpar la presente que, si no es duplicada, sí
va retardada más de la cuenta.
Así pues:
El joven Chiansello está de nuevo con nosotros;
es bueno, pero ((**It5.779**)) de
salud endeble. En cuanto a la suma acordada con el
hermano sacerdote, yo haré lo que usted me
indique, una vez vuelto a Turín.
En relación con el capellán, si aún no está
provisto, todavía queda aquel vicario de Verzuolo,
de quien hablamos el año pasado; sigue libre y
tengo de él las mejores referencias. Existe además
otro, el sacerdote Juan Grassino, Rector del
manicomio en Collegno, a quien conozco
personalmente hace años; es un cura diligente, de
conducta intachable, que desea dejar su actual
empleo, solamente para trabajar con mayor libertad
en el sagrado ministerio. Pero de esto creo que
sería muy útil que chaláramos personalmente; por
eso, a su vuelta a la capital, si es el caso,
podremos hablar y aún ver a los individuos
propuestos.
Entre tanto, aprovecho la ocasión para desear a
usted y a toda su respetable familia
(**Es5.553**))
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