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Don Bosco advirtió su extrañeza y, sin más, les
dijo:
-No debe extrañaros que yo haga la señal de la
cruz antes de comer. Soy sacerdote, y voy a
predicar unos ejercicios espirituales; por tanto,
tenía la obligación de comenzar ahora a predicar
((**It5.768**)) los
ejercicios con mi ejemplo. Además, vosotros sois
cristianos, y habéis aprendiendo de vuestros
padres a hacer la señal de la cruz y vosotros
mismos se la enseñáis y repetís a vuestros hijos e
hijas...
Total, que empezó otro sermón; y, tanto los que
estaban en la sala como los que entraban, seguían
con toda atención y ni por asomo querían
marcharse; de modo que se reunieron unas cien
personas.
Después de esto, don Bosco se dio a conocer a
los dueños, los cuales mantuvieron en adelante
buena relación con él. Dieron las ocho y salió
para Ceva pasando ante el santuario de Vico.
Conviene recordar que, con ocasión de estos
viajes, él ocupaba siempre una plaza en el
imperial del ómnibus, junto a los cocheros, a los
que, como quien no quiere la cosa, terminaba por
confesarlos de buen grado. Que es lo que hizo con
aquel cochero a quien llevó a Dios con gran
satisfacción del interesado. Siguió hablando
amigablemente con él hasta llegar a Ceva, cuando
ya eran las diez de la noche.
Ignoraba don Bosco donde podría alojarse a una
hora tan avanzada. Preguntó al cochero, pero éste
no supo qué decirle. Don Bosco terminó por pedirle
que le llevaran a casa del párroco.
-Ya es viejo y está enfermo, contestó el
cochero, y no se levantará. Pero hay en el pueblo
un capellán, el reverendo Testanera, que
seguramente aún no se habrá acostado.
-Pues bien, vamos allá, dijo don Bosco.
Fueron, golpearon a la puerta dos o tres veces,
hasta que salió a abrir el capellán y preguntó un
poco desconfiado a don Bosco qué quería.
Don Bosco le dijo:
-Estoy de paso por Ceva y necesitaría alojarme
unas horas, pagando naturalmente ((**It5.769**)) lo que
fuere menester, para partir a las cinco.
-Pero aquí no tenemos más que unas sillas, y
hace frío.
-Paciencia, procuraré arroparme lo mejor que
pueda; me basta pasar la noche a cubierto.
Pidióle el capellán su nombre, y en cuanto oyó
que se llamaba don Bosco, dijo:
-Conozco por correspondencia a un tal don Bosco
de Turín...,
(**Es5.546**))
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