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Oratorio a un mozuelo cuyo nombre no recuerdo, al
que habían encontrado los guardias abandonado en
un rincón de la Plaza Castillo, aterido de frío.
Algunos días después, don Bosco mismo lo llevó a
la ciudad, a casa de un herrero, honrado,
cristiano, a cuyos cuidados le encomendó y que le
aceptó de buena gana. Durante unas dos semanas el
muchacho se ((**It5.746**)) portó
bien pero luego el patrono se vio obligado a
despedirlo por su indisciplina. Don Bosco aguantó
y lo llevó a otro jefe de taller; pero también
éste tuvo que licenciarlo a la semana. Don Bosco
siguió recomendándolo a varios talleres durante
casi dos años, y puede decirse que aquel
caprichoso probó, o mejor dicho hizo perder la
paciencia a todos los dueños de establecimientos
de la ciudad.
>>La última vez que fue despedido, volvió al
Oratorio y entró derecho en el refectorio, donde
estaba don Bosco comiendo y le dijo que, como el
patrono no lo quería volver a ver en su taller, a
ver si le buscaba otro. Don Bosco le respondió:
-Ten paciencia, espera a que acabe de comer y
luego hablaremos. >>Tú has comido?
-Sí, contestó el muchacho.
-Entonces, espérame, añadió don Bosco.
>>Pero el muchacho impaciente, insistió y
exclamó:
-Es que yo quiero que venga usted enseguida.
>>Entonces don Bosco, a pesar de la destemplada
insistencia, le dijo con toda tranquilidad:
->>No ves que no hay nadie que quiera aceptarte
en su taller, porque eres la desesperación de
todos? >>No te das cuenta de que les has cansado a
todos? Si sigues así, no serás capaz de ganarte un
pedazo de pan.
>>El muchacho salió del refectorio despechado
y, al cabo de un rato, sin decir nada a nadie, se
largó y no volvió más al Oratorio. El se las
arregló lo mejor que pudo y supo para vivir: fue
mozo de café, fue soldado, y desempeñó luego otros
varios oficios dando vueltas por el mundo.
Finalmente volvió a Turín, cayó enfermo y un día
en que se sintió mejor, fue al Oratorio, se
presentó a don Bosco y le pidió perdón por los
disgustos que le había dado. Don Bosco, satisfecho
de volver a verlo después de tantos ((**It5.747**)) años,
le animó, le dijo que seguía queriéndole y que
siempre había rezado por él. Y añadió:
-Mira, el Oratorio es siempre tu casa; cuando
estés mejor si quieres venir, ya sabes que don
Bosco es siempre tu buen amigo y que no busca más
que la salvación de tu alma.
>>El joven dio gracias a don Bosco llorando y
le dijo:
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