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la satisfacción de devolver a las familias y a la
sociedad muchos miembros morales y útiles. De lo
contrario, gastará el dinero para corregir o
castigar durante más o menos tiempo a muchos
díscolos y culpables y, cuando los ponga en
libertad, deberá seguir vigilándolos para
defenderse de ellos, porque estarán dispuestos a
hacerlas más gordas que antes.
Continuó don Bosco hablando por el mismo estilo
durante un buen rato, y, como quiera que, desde
1841, conocía la situación de los presos jóvenes y
adultos, porque los visitaba con frecuencia, pudo
resaltar ante el Ministro del Interior la eficacia
de la Religión para su rehabilitación moral. Y
agregó:
-Al ver al sacerdote, al oír su palabra de
aliento, el detenido recuerda los años felices, de
cuando asistía a la catequesis, los consejos del
párroco o del maestro, reconoce que si ha
terminado en aquel lugar de castigo ha sido porque
dejó de acudir a la iglesia, o porque no practicó
las enseñanzas allí recibidas; por lo cual,
llevando a su mente estos queridos recuerdos,
siente las más de las veces conmoverse el corazón,
acudir las lágrimas a sus ojos y se arrepiente,
sufre con resignación, se propone mejorar de
conducta y, después de cumplir su pena, vuelve a
la sociedad dispuesto a reparar los escándalos
dados. Si, por el contrario, se le quita el amable
aspecto de la religión y la dulzura ((**It5.55**)) de sus
máximas y de sus prácticas; si se le priva de las
conversaciones y consejos de un amigo de su alma,
>>qué va a ser del pobre desgraciado en aquel
aborrecible encierro? Sin oír jamás una voz
cariñosa que le invite a levantar su espíritu más
allá de la tierra; sin ser animado jamás a
reflexionar que pecando ha faltado no sólo a las
leyes del Estado, sino también a Dios, supremo
legislador; sin ser invitado jamás a pedirle
perdón, ni animado a sufrir su pena temporal en
lugar de la eterna, que le quiere condonar, en su
triste condición no verá más que el ceño de su
mala suerte. Y así, en vez de regar sus cadenas
con lágrimas de arrepentimiento, las morderá con
mal disimulada rabia; en vez de hacer un buen
propósito de enmienda, se emperrará en el vicio;
aprenderá otros de sus compañeros de cárcel, y con
ellos se las arreglará para volver a delinquir con
más astucia, y no recaer en manos de la justicia,
mas no para mejorar y hacerse un honrado
ciudadano.
Don Bosco, aprovechándose de la favorable
ocasión, expuso al Ministro la utilidad del
sistema preventivo, sobre todo para las escuelas
públicas y centros de educación, donde hay que
cultivar almas aún inocentes, almas que se
doblegan fácilmente a la voz de la persuasión y
del amor.
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