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alma, y que en algunos de ellos la vida interior
se desarrollaba con fenómenos de arcanas
iluminaciones.
Aquel mismo año de 1857, celebrando un día don
Bosco la santa misa, rogó fervorosamente al Señor
que se dignase iluminarlo sobre la forma de
realizar cierto proyecto. Al volver a la sacristía
y deponer los ornamentos sagrados, el chaval que
había ayudado la misa, le besó la mano y le dijo
al oído:
-Usted piensa tal cosa; haga como piensa, que
le irá bien.
Admirado don Bosco, le respondió:
-Es verdad; pero >>cómo lo sabes tú? >>Quién te
lo ha dicho?
El niño se turbó, balbuceó alguna palabra sin
sentido y don Bosco no insistió. Muchas veces tuvo
sorpresas parecidas, que indicaban bien a las
claras que él y sus hijos formaban un solo corazón
y que sus oraciones eran las que, a la recíproca,
obraban portentos.
A éstas atribuía don Bosco la eficacia de sus
bendiciones.
José Reano dejó escrito: <((**It5.726**))
obligado a guardar cama. Un día se vio tan mal,
que no daba señales de vida. Fue llamado a toda
prisa el médico, el cual llegó rápidamente, creyó
inútil toda medicina y diagnosticó la necesidad de
una urgente operación. Se avisó entonces a don
Bosco, quien, una vez junto al lecho del enfermo,
le llamó por su nombre, le pasó ligeramente la
mano por la frente y le dijo bajito unas palabras
que los circunstantes no entendieron.
Probablemente le invitó a invocar a la Virgen y
ofrecerle alguna promesa; luego hizo una breve
oración. En aquel instante, el muchacho abrió los
ojos, que hasta entonces había tenido cerrados,
miró a don Bosco y sonrió correspondiendo a su
sonrisa. Habían desaparecido los dolores, y aquel
mismo día se levantaba de la cama>>.
El teólogo don Ascanio Savio atestigua: <>-Levántate y ve a comer con los demás.
>>El enfermo, creyendo que le era imposible
levantarse, no sabía qué hacer y dudaba. Pero don
Bosco insistió:
>>-Vístete y ve a comer con los demás.
>>El joven, confiando en la palabra de don
Bosco, se levantó, se vistió y, curado, bajó a
comer al refectorio de la comunidad. Añadía mi
hermano:
>>-Yo quedé aturdido, y casi me resistía a dar
crédito a mis ojos.
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