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CAPITULO LVIII
LA VIRGEN Y UN MUCHACHO ENFERMO -EL SUEÑO DE LOS
PANES -UN ALUMNO MANIFIESTA A DON BOSCO SUS
PENSAMIENTOS -DOS CURACIONES -EL TEMOR DEL
PURGATORIO -REFLEXIONES SOBRE LOS MILAGROS
EL celo con que don Bosco trabajaba por la gloria
de Dios era muy grato a la Reina de los Angeles,
la cual, como ya hemos dicho, le ayudaba
continuamente, no sólo en el desarrollo de su
Institución, sino también, y de forma sensible, en
la dirección y santificación de sus queridos
alumnos; y le conseguía del Señor innumerables
gracias de las que le veremos hacer partícipes a
los fieles que recurrían a él implorando plegarias
y bendiciones. Por ahora nos limitamos a los
hechos maravillosos que ocurrieron aproximadamente
en estos meses, y los narramos con las mismas
palabras de testigos de solvencia.
La víspera de la Natividad de María Santísima
el estudiante Zucca se hallaba enfermo con fiebre
en el Oratorio, y guardaba cama en su dormitorio.
De pronto se presentó a su lado la Santísima
Virgen, con un aspecto cariñoso y majestuoso
indecible, y le dijo:
-He venido porque quiero mucho a esta casa; voy
a decirte lo que quiero de cada uno de vosotros, y
tú se lo dirás confidencialmente ((**It5.721**)) a cada
uno de tus compañeros y muy en particular a los de
este dormitorio.
Dio algunos avisos al enfermo, recorrió
lentamente la sala y parándose a los pies de cada
cama, decía, refiriéndose al muchacho que solía
dormir en ella:
-A éste le dirás, esto y esto.
Al llegar a cierto punto, señalando la cama del
joven Gastaldi, continuó:
-A éste le dirás de mi parte, que vaya a
confesarse cuanto antes, porque desde Pascua no se
ha acercado a los Sacramentos.
Vuelta a la cama de Zucca, añadió:
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