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((**Es5.505**) y obediente era que, incluso la señora del comerciante, lo quiso como si hubiera sido su verdadero hijo. Poco tiempo después murió el señor, a continuación su mujer, y el muchacho fue nombrado heredero universal. El siguió con su oficio de zapatero, al frente del taller que le dejó el padre adoptivo, y que, aún hoy día, le da buen rendimiento, superando su fortuna las cuatrocientas mil liras. Cuando fue don Bosco a París en 1883, este simpático hijito fue a verle a menudo, rogándole y suplicándole que le hiciera una visita a su casa, pero, por más que don Bosco lo quisiera, no pudo contentarlo. Otros cambios de condición similares a éste fueron rechazados por motivos sobrenaturales. Una rica señora de Turín había pedido a don Bosco que le buscara un chico, cuyos padres estuvieran dispuestos a dejárselo, para adoptarlo y hacerle heredero de su patrimonio. Don Bosco se lo prometió; pensó en uno de los alumnos, que por su manera de ser no se ensoberbeciese y malease con la nueva fortuna, y lo fue preparando con gracia para el cambio de situación. Por fin, un buen día se presentó con él en aquella casa y, sin decirle de qué se trataba, ((**It5.711**)) lo presentó a la señora, para ver si era de su agrado. Sirvieron una comida que al muchacho, acostumbrado a las modestas refecciones del Oratorio, le pareció un banquete regio. Pero él, sin imaginar siquiera que era observado con viva curiosidad, se comportó de tal suerte que la señora quedó encantada. Después de la comida, hubo un poco de sobremesa en atención a los muchos invitados. El chico, junto con don Bosco, no se atrevía a levantar los ojos y permanecía silencioso y recatado. Y don Bosco, temiendo que aquel silencio pudiera ser interpretado como cortedad, preguntóle sobre un punto de historia patria, que discutían los señores; dio él su parecer, con toda precisión de causas, personas y fechas. Entonces todos le rodearon, le preguntaron su nombre, el lugar de nacimiento, la edad, los estudios; y el muchacho respondía con tanta desenvoltura que la señora exclamó: -Es el que yo buscaba. Poco después desaparecieron todos. No quedaban en la sala más que don Bosco y la señora. Dijo entonces don Bosco al jovencito: -Hijo mío, >>te gustaría quedarte aquí? ->>Para qué? -íPara ser el dueño! -Explíquese usted. Y don Bosco le explicó las caritativas intenciones de la señora, que esperaba amablemente la respuesta. (**Es5.505**))
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