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la penuria de vocaciones y la sistemática
persecución del Gobierno contra las órdenes
religiosas. Este, decían, se opondría a su
Institución y la ahogarían apenas naciera. Pero
don Bosco respondía que no había imposibles para
Dios, y que si la obra que él pensaba fundar era
cosa del Señor, caminaría hacia adelante, por
encima de toda dificultad. Estaba, sin embargo, de
acuerdo con ellos, en que había de armarse de la
prudencia de la serpiente, puesto que se trataba
de fundar una orden nueva, cuando desaparecían las
demás; pero sostenía al mismo tiempo que era
necesario salvar a la juventud y su bien moral a
toda costa.
Sin embargo, don Bosco seguía temiendo que el
Gobierno no dejase arribar al puerto una ((**It5.696**))
Congregación, que debía suplir a otras, deshechas
por la revolución. Cuando he aquí que un
acontecimiento inesperado le abrió el camino. La
Sabiduría divina, que siempre juguetea en el
mundo, ludens coram eo omni tempore, ludens in
orbe terrarum (jugando en su presencia en todo
tiempo, jugando por el orbe de su tierra) (Prov.
VIII-30,31) quiso servirse de Urbano Rattazzi para
disipar todas las dudas de don Bosco.
Un día de 1857, el ministro Rattazzi, que
empezaba a asustarse de los progresos de las ideas
subversivas de la plebe, recibió a don Bosco, al
que poco antes había enviado una carta,1 y después
de comentar con él durante un rato el éxito de la
Tómbola, la obra de los Oratorios y la ayuda que
del Gobierno se podía esperar, le dijo poco más o
menos estas palabras.
-Yo deseo, don Bosco, que viva muchos años, por
el bien de tantos pobres muchachos; pero usted es
mortal como todos; y si llegara a faltar, >>qué
sería de su obra? >>Ha pensado usted ya en ello?
((**It5.697**)) Y si lo
ha pensado >>que medidas piensa tomar para
asegurar la continuidad de su Institución?
1 Ilmo. y Rvdmo. Señor:
El pobre muchacho Claudio Ardi, huérfano
desamparado, a quien el presbítero Bosco, según
carta del trece de junio próximo pasado, estaba
dispuesto a admitir en el benéfico Asilo que él
dirige, ha preferido ingresar con una hermana suya
en el hospicio Cottolengo, donde ambos han sido
admitidos por su Director el Caballero Anglesio,
el tres del mes corriente. El que suscribe ruega a
V.S.R. quiera disponer sea admitido, en lugar del
citado Ardi, otro muchacho no menos desgraciado,
que se llama Guillermo Santiago Bertello, que
también fue recomendado por escrito de este
Ministerio el diecinueve de junio recientemente
pasado. Se suplica al presbítero Bosco una
respuesta lo antes posible para norma del abajo
firmante.
Turín, 7 de julio de 1857
El ministro
URBANO RATTAZZI
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