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obra importante para la mayor gloria de Dios. Le
pregunté yo una mañana si había descansado bien y
me respondió:
>>-No mucho, por que me ha molestado un
animalote, con figura de oso, el cual se echó
sobre mi cama e intentó estrangularme.
>>Este hecho no sucedió una vez sola; y el
mismo don Bosco confesaba que eran molestias
infernales>>.
Otros del Oratorio contaron en los mismos
términos el hecho narrado, convencidos por otros
indicios, de que allí realmente había algo de
preternatural.
Además, la misma noche en que don Bosco acabó
de escribir las primeras reglas de la Pía Sociedad
Salesiana, fruto de muchas oraciones, meditaciones
y trabajo, mientras escribía la frase de
conclusión: Ad maiorem Dei gloriam, (a la mayor
gloria de Dios), he aquí que se le presentó el
inimicus homo, sacudió su mesita, se volcó el
tintero, se cubrió de tinta el manuscrito; se
levantó éste violentamente por los aires, volvió a
caer, se deshojó, entre gritos extraños que
infundían profundo miedo; y quedó al final todo
tan manchado que no era posible leerlo, y tuvo don
Bosco que comenzar nuevamente su trabajo. Esto se
lo manifestó el mismo don Bosco a algunos, entre
los cuales se encontraba el misionero don Evasio
Rabagliati.
Terminado felizmente el manuscrito, rogó
largamente al Señor, como nos decía él mismo, para
que le hiciera saber si era llegada la hora de dar
comienzo a la anhelada Congregación.
Entre tanto, ya había él invitado
particularmente a aquellos ((**It5.695**)) alumnos
que presentaban indicios evidentes de ser los
llamados por el Señor a ser sus ayudantes. Les
expuso confidencialmente el plan de la sociedad
que planeaba, de la que esperaba frutos
incalculables para el bien de la juventud y, de
vez en cuando, les fue leyendo las constituciones
que había preparado. No eran las reglas
definitivas, ni podían serlo, mientras no contaran
con la aprobación de la autoridad eclesiástica,
pero se desarrollaban con tal claridad y orden que
los reunidos advertían la finalidad de don Bosco y
las obligaciones que contraerían en el caso de que
libremente las aceptaran. Presentamos estas
Constituciones primitivas, como un apéndice, al
fin de este volumen: son un documento histórico,
que revela cómo había concebido don Bosco la Pía
Sociedad de San Francisco de Sales.
Pero la noticia de aquel reglamento se filtró
más allá del Oratorio.
Algunos dignatarios eclesiásticos que le
querían bien, desaconsejáronle que realizase aquel
proyecto, por los malos tiempos que corrían,
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