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((**Es5.492**) No era la primera vez que alguno se tomaba aquella libertad. Pero don Bosco, que era la primera que se enteraba de ello, inclinó la cabeza con una sonrisa que indicaba haber descubierto lo que ocultaban bajo el manteo, mas no dijo ni pío delante de los extraños. Incluso, quizás pensó que necesitaran comprar algún libro y otra cosa. Mas, si entonces calló, creyó luego que debía hablar, tanto más que todos los de casa se habían enterado y era posible poner coto a un abuso, que, de tolerarlo, se hubiera hecho general. Así que, por la noche, terminadas las oraciones, siempre sereno y cordial, se dirigió a don Victor Alasonatti: -De suerte que esta mañana algunos han ido a un funeral. -Si, señor. ->>Quiénes fueron? -Fulano, zutano, mengano y perengano. -Bueno; >>y entregaron todos las velas al Prefecto? Don Víctor respondió: -Dos sí, y dos no. E indicó por su nombre a las dos parejas. -No me gusta. El joven F... podría creer, aunque sin razón, que hace un favor a la casa, yendo a cantar en algunas funciones de la ciudad, pero tú, ((**It5.692**)) G...., no; tú tomas en casa cuanto necesitas y estás en ella a pensión totalmente gratuita. Hace unos días viniste a pedirme que te perdonara los gastos extraordinarios, diciendo que tus padres no podían pagarlos; yo te los perdoné, luego... no tienes excusa para tratarme así... Buenas noches. Como quiera que la mayoría se encontraba en idénticas condiciones que el clérigo G. recibieron una lección, que aprobaron como justa y necesaria. El mismo interesado no se ofendió, ni pensó que don Bosco hubiera faltado de algún modo a la caridad, puesto que siempre le quiso como un hijo, y nos decía en 1894: -Nunca descubrí en don Bosco nada que pudiera desmentir en lo más mínimo la santidad de su vida. Durante muchos años, pues, hubo de considerar don Bosco como muy lejano el ideal que tanto le había ilusionado. Finalmente, en 1857, después de diez años de constancia inquebrantable, de continuos sudores, de gastos y apuros, después de haber puesto a estudiar a algunos artesanos, que alcanzaron espléndido resultado, tuvo el consuelo de verse rodeado de una selecta compañía de casi ocho, entre clérigos y jóvenes, con los que le parecía podía contar, puesto que manifestaban propensión a participar en sus trabajos para toda la vida. (**Es5.492**))
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