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((**Es5.485**) que a veces llevaba también fuera de casa, sobre todo cuando tenía que salir de noche, aunque ciertamente no eran tejidos confortables y elegantes. Cuántas veces lo hemos visto, durante muchos inviernos, echarse su famoso capote negro de soldado sobre su sotana, lo mismo en la iglesia que fuera de ella. El año 1866 y en los siguientes, entregó varias veces a Juan Bisio dichos pantalones, para que se los arreglara, asegurándole que le iban muy bien. Sobre la cama tenía una gualdrapa gris de los caballos a modo de manta>>. Recomendaba con entusiasmo la santa pobreza, ex profeso y a menudo, a todos sus hijos, en conferencias, predicaciones, y siempre que se le presentaba ocasión. La inculcaba a quienes estaban encargados de la administración, y quería que se llevara cuenta de todo como propiedad que era de la divina Providencia. Repetía a los clérigos: que desdice de un eclesiástico correr tras el lujo y las vanidades propias de los ((**It5.682**)) mundanos. Y contestaba, a quienes le hacían presente la necesidad de cierto decoro, que el decoro del eclesiástico y del religioso era la pobreza, pero acompañada de la limpieza en la persona. Y se comprendía lo mucho que amaba esta virtud, al ver cómo sufría cuando la veía atropellada por alguno, no obstante sus continuas insistencias; entonces hacía observar cómo algunas órdenes religiosas decayeron, precisamente por descuidar la vida común y alejarse de la pobreza primitiva. Y exclamaba también: -Os recomiendo, por amor de Dios, que huyáis del abuso de lo superfluo. Recordad siempre que lo que tenemos no es nuestro, sino de los pobres; íay de nosotros si no lo usamos bien! Por eso también en los viajes (íy cuánto viajó!), por cuanto de él dependía, y si no había alguna razón grave para obrar de otro modo, iba siempre en tercera clase. Aseguraba después a sus colaboradores que así gozarían siempre de las simpatías del mundo y también les tolerarían, al menos, los mismos enemigos de la religión, mientras practicasen la pobreza; y además les prometía abundantes bendiciones espirituales y temporales del Señor, si se mantenían fieles en la práctica de esta virtud. Con frecuencia, al narrar la vida del Divino Salvador, presentaba a Jesucristo sin lugar donde reclinar la cabeza, y añadía: ->>Cómo podremos ser sus discípulos si nos presentamos tan distintos del Maestro? Jesucristo nació pobre, vivió más pobre aún y murió paupérrimo. Luego los exhortaba a no amar las comodidades, a cuidar la ropa, los libros y todo lo que usaban, ((**It5.683**)) así como a no estropear el papel, ni a tomar costumbres que a la larga son difíciles de desarraigar. (**Es5.485**))
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