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que a veces llevaba también fuera de casa, sobre
todo cuando tenía que salir de noche, aunque
ciertamente no eran tejidos confortables y
elegantes. Cuántas veces lo hemos visto, durante
muchos inviernos, echarse su famoso capote negro
de soldado sobre su sotana, lo mismo en la iglesia
que fuera de ella. El año 1866 y en los
siguientes, entregó varias veces a Juan Bisio
dichos pantalones, para que se los arreglara,
asegurándole que le iban muy bien. Sobre la cama
tenía una gualdrapa gris de los caballos a modo de
manta>>.
Recomendaba con entusiasmo la santa pobreza, ex
profeso y a menudo, a todos sus hijos, en
conferencias, predicaciones, y siempre que se le
presentaba ocasión. La inculcaba a quienes estaban
encargados de la administración, y quería que se
llevara cuenta de todo como propiedad que era de
la divina Providencia. Repetía a los clérigos: que
desdice de un eclesiástico correr tras el lujo y
las vanidades propias de los ((**It5.682**))
mundanos. Y contestaba, a quienes le hacían
presente la necesidad de cierto decoro, que el
decoro del eclesiástico y del religioso era la
pobreza, pero acompañada de la limpieza en la
persona. Y se comprendía lo mucho que amaba esta
virtud, al ver cómo sufría cuando la veía
atropellada por alguno, no obstante sus continuas
insistencias; entonces hacía observar cómo algunas
órdenes religiosas decayeron, precisamente por
descuidar la vida común y alejarse de la pobreza
primitiva. Y exclamaba también:
-Os recomiendo, por amor de Dios, que huyáis
del abuso de lo superfluo. Recordad siempre que lo
que tenemos no es nuestro, sino de los pobres; íay
de nosotros si no lo usamos bien!
Por eso también en los viajes (íy cuánto
viajó!), por cuanto de él dependía, y si no había
alguna razón grave para obrar de otro modo, iba
siempre en tercera clase.
Aseguraba después a sus colaboradores que así
gozarían siempre de las simpatías del mundo y
también les tolerarían, al menos, los mismos
enemigos de la religión, mientras practicasen la
pobreza; y además les prometía abundantes
bendiciones espirituales y temporales del Señor,
si se mantenían fieles en la práctica de esta
virtud.
Con frecuencia, al narrar la vida del Divino
Salvador, presentaba a Jesucristo sin lugar donde
reclinar la cabeza, y añadía:
->>Cómo podremos ser sus discípulos si nos
presentamos tan distintos del Maestro? Jesucristo
nació pobre, vivió más pobre aún y murió
paupérrimo.
Luego los exhortaba a no amar las comodidades,
a cuidar la ropa, los libros y todo lo que usaban,
((**It5.683**)) así
como a no estropear el papel, ni a tomar
costumbres que a la larga son difíciles de
desarraigar.
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