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nuevas, bonitas y bien hechas, con la intención de
que yo se las hiciera usar a don Bosco.
Efectivamente, el sábado por la noche puse sobre
su cama una de ellas, pero, con sorpresa, la hallé
al día siguiente en el mismo sitio. Cuando nos
encontramos, me dijo:
>>-Juan, >>son estas camisas para que se las
ponga un pobre sacerdote?
>>-Si no se las pongo a usted, >>a quién tengo
que ponérselas?, le respondí.
>>-A quien lleve una vida regalona>>.
Tenía el corazón despegado de todo lo que le
pertenecía.
Hacia 1860 , llegó a él un sacerdote llamado
Boetti, de Mondoví, vestido de paisano y
pidiéndole que lo vistiese conforme a su estado.
Don Bosco le dio su sombrero, el manteo, se quitó
la sotana de verano, que le habían ragalado
aquellos mismos días, y se puso la de invierno a
pesar de que abrasara la canícula de agosto, y le
dio tam-bién los zapatos. Después, tuvo que
fastidiarse yendo con ropa descosida que halló por
casualidad en casa, hasta que la caridad del
teólogo Golzio llegó en su ayuda y lo vistió de
nuevo.
Don Bosco no pensaba en hacerse ropa, ni aun
cuando la que llevara estuviera demasiado usada;
era menester que los demás lo recordasen. ((**It5.678**)) Nos
asegura José Rossi que muchas veces tuvo que
quitarle de la habitación los zapatos viejos con
las suelas rotas y buscarle otros nuevos. A veces
necesitaba sotana y manteo nuevo y había que
entablar una especie de lucha para conseguir que
los aceptara y usara.
No tenía en ocasiones ropa suficiente para
defenderse del frío, y decía:
-La posesión del reino de los cielos compensará
generosa y abundantemente nuestra pobreza.
En ocasiones alguno que gozaba de plena
confianza, al ver que le faltaba algo necesario,
compadecido, le hacía una observación. Y él
respondía:
-Mira, de este modo se practica de veras la
pobreza. No hay que hacer como esos religiosos a
los que aludía San Bernardo: Quieren la pobreza,
pero no las incomodidades de la pobreza; íquieren
ser pobres con tal de que no les falte nada!
Y luego añadía:
-San Pablo dice bien claro que los seguidores
de Cristo, adondequiera que vayan y hagan lo que
hagan, han de contentarse con lo estrictamente
necesario para la vida y el vestido con que
cubrirse.
Muy a menudo, debía emprender de golpe y
porrazo un viaje o
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