((**Es5.480**)
jamás parecía bastante, porque las bocas de sus
muchachos, sobre todo con el andar de tiempo,
consumían cada año lo que que podían importar los
más saneados patrimonios. Las limosnas que se le
daban era como echarlas en un saco sin fondo>>.
Y con tantas necesidades, he aquí el juicio que
daba sobre las riquezas terrenas. Lo escribió José
Brosio a don Juan Bonetti:
<((**It5.675**)) Cristo
al mundo, y la santa pobreza fue siempre la
riqueza de sus apóstoles y de sus verdaderos
ministros>>.
Y éste es el motivo de su amor a la pobreza
evangélica. Ya hemos descrito en otra parte su
habitación, advirtiendo cómo huía de toda
comodidad. No quiso nunca cortinas en las
ventanas, ni alfombrillas al pie de la cama, ni un
cubrepiés, al menos en invierno. Era severísimo
con la estufa para que no se gastara demasiada
leña. Y sin embargo aquella habitación estaba mal
abrigada. A sus míseros muebles añadió un sofá
viejo y gastado con asiento de paja, que sirvió
para recibir a los visitantes durante más de
veinte años. Posteriormente, en los últimos años
de su vida, tuvo algún mueble más decente, porque
se lo regalaron. El pavimento era de baldosas
corrientes y polvorientas, que vacilaban bajo sus
pies. En varias ocasiones le advirtieron sobre la
conveniencia de cambir aquel pavimento, pero nunca
dio su autorización. Decía:
-No olvidéis que somos pobres, y este espíritu
de pobreza hemos de tenerlo no sólo en el corazón
y en el desasimiento de las cosas materiales, sino
demostrarlo también externamente ante el mundo.
Si la tela para hacer una prenda llamaba la
atención aunque fuera barata, afirmaba que era
contraria al espíritu de pobreza, y no quería que
se empleara. Quería que las construcciones que iba
edificando, tuvieran el mismo aspecto de pobreza,
y hacía notar que tal modo de obrar era además
ejercicio de humildad.
(**Es5.480**))
<Anterior: 5. 479><Siguiente: 5. 481>