((**Es5.478**)
>>-Aguarda, ven aquí, me parece que tengo unas
monedas; haré como tú dices.
>>Y metió su mano en los bolsillos. Pero al
entregarme la moneda, se acercó una mendiga
pidiendo limosna. Don Bosco retiró su mano y dio a
la pordiosera la moneda. Quise entonces comprar de
todos modos los cordones por mi cuenta, pero él me
entretuvo y no hubo razones para convencerle de
que me permitiera malgastar uno dineros, como él
decía. Y siguió con los zapatos acordonados de
aquel modo>>.
Sin embargo, se presentaba siempre limpio,
pudiendo repetir como San Bernardo: Paupertas mihi
semper placuit, sordes nunquam. (Siempre me agradó
la pobreza, la suciedad nunca).
((**It5.672**))
Vigilaba la economía doméstica. Cuando tuvo que
adaptar el régimen de comidas a la costumbre de la
vida comunitaria, no permitió que se introdujese
ningún lujo en la vajilla ni siquiera en las
comidas con invitados, que solía dar algunas veces
al año, en ocasiones solemnes o cuando recibía a
ilustres personajes. Durante muchos años se
emplearon en el comedor común cucharas y tenedores
de hierro y platos y tazas de estaño. Recibió en
herencia cubiertos y otros objetos de plata, pero
los hizo vender enseguida para atender a las
necesidades de la casa.
En la comida tomaba los pedazos de pan
sobrantes de las comidas anteriores, y durante los
últimos años de su vida recogía diligentemente
hasta las migajas porque, según decía, así
convenía a la pobreza. No empleaba el aceite ni la
sal para ciertos platos que lo requerían.
Experimentaba un gran disgusto si, por un
casual, veía a los muchachos tirar trocitos de
pan, que él quería se guardasen; y los reñía
diciendo.
-La divina Providencia atiende nuestras
necesidades y habéis visto que nunca nos ha
faltado nada. Si tiráis el pan que el Señor nos
da, ofendéis a su bondad y habéis de temer que os
castigue algún día dejando que os falte lo
necesario.
Y les presentaba el ejemplo del divino Salvador
que, después de haber saciado milagrosamente a las
turbas, quiso que los Apóstoles recogieran los
sobras para que no se perdiesen.
Guardaba, y quería que lo hicieran también los
suyos, los trozos de papel en blanco, que
recortaba cuidadosamente de las cartas que
recibía, y los usaba para tomar notas, o hacer
cuadernillos para apuntes de menor ((**It5.673**))
importancia. Le disgustaba mucho encontrarse
objetos abandonados o estropeados sin razón, y
recomendaba
(**Es5.478**))
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