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CAPITULO LV
LA VIRTUD DE LA POBREZA
LA divina Providencia era la esperanza de don
Bosco y Dios, fiel a sus promesas, jamás le falló.
<>Qué vamos a
comer? >>Qué vamos a beber?, >>Con qué nos vamos
vestir? Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis
necesidad de todo esto. Buscad primero su Reino y
su justicia y todas esas cosas se os darán por
añadidura>>. 1 Y si alguna vez se hallaba en
apuros, los consideraba como pruebas que entran en
los planes de la Providencia para ejercicio de la
fe de sus hijos, y se consolaba recordando las
palabras de Jesús: -No os preocupéis del mañana;
el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día
tiene bastante con su inquietud. 2
De ahí procedían, no sólo su tranquilidad
imperturbable y su confianza en el futuro, sino
más aún, su amor heroico a la pobreza voluntaria y
la alegría que sentía cuando le tocaba sufrir la
penuria de algo hasta necesario. Vivió pobre hasta
el fin de su vida, como lo había sido en los
principios del Oratorio. Apareció evidente su
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desapego de los bienes de la tierra, y jamás se
vio en él la menor preocupación por alcanzar una
satisfacción temporal. Solía decir:
-Para practicar la pobreza hay que llevarla en
el corazón.
Dios premió con largueza su confianza y su
pobreza; a tal punto que se atrevió a ejecutar
empresas que los mismos príncipes no hubieran
osado realizar y las llevó a buen término.
Para dichas empresas anduvo siempre necesitado
de dinero y, sin
1 Mat. VI-31.
2 Mat. VI-34.
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