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facilidad se podía, mediante la gracia de Dios,
superar todas las dificultades y los exhortaba a
vencer todo temor con el pensamiento de la bondad
y protección de María, recordando las palabras de
don José Cafasso:
<>.
Y en cuanto al porvenir, si los veía
desconfiados de alcanzar su eterna salvación o de
recuperar el prestigio perdido ante el pueblo,
añadía:
-Amad, servid y honrad a María; hacedla
conocer, amar y honrar por los demás. No sólo no
se perderá un hijo que la haya honrado, sino que
puede aspirar a una singular corona.
((**It5.656**)) Es
imposible describir cuán a pecho se tomaba la
cuestión de las almas sacerdotales.
Un día de verano iba en nuestra compañía por
las montañas que rodeaban un pueblecito donde se
hospedaba, y tras dos horas de camino, se detuvo
frente a la casa de un capellán. Don Bosco,
molesto hacía ya ocho días por un fuerte y
continuo dolor de muelas, agobiado por el calor,
sudando a mares, se paró un instante. Aquella casa
aislada parecía abandonada. De repente vieron
subir por un sendero a un campesino. Don Bosco le
preguntó si el cura estaba bien de salud.
-Hace mucho que está mal, respondió el
campesino tiene una enfermedad que no perdona.
->>Le han dado ya los Sacramentos?
-Todavía no.
->>Viene algún sacerdote a visitarlo?
-No sabría; yo no he visto a ninguno.
->>Y quién lo atiende?
-El hijo de su criado; hace un mes que no
quiere ver a nadie más en su habitación.
Don Bosco reflexionó un momento y luego,
volviéndose a nosotros, dijo:
-Esperadme.
Y subió la escalera. Después de una hora larga,
descendió.
Reanudamos el camino, pero no le preguntamos
qué había visto o dicho; él tampoco dijo nada.
Pero se podía sospechar que la caridad había
guiado sus pasos.
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