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proponiendo la práctica de pequeñas virtudes. José
Reano, después de describir los ejercicios
espirituales hechos con gran fervor por los
estudiantes, nos dejó escrito:
<>Una tarde se encontró con las manos llenas de
estos papelitos. Leyó en público algunos de ellos
que eran preciosos: por ejemplo, los de Rúa,
Vaschetti, Bonetti, Francesia, Cagliero,
Bongiovanni, etc. Recuerdo el de Rocchietti:
También yo, Madre querida, quiero hacerte una
promesa: Sé que será muy difícil, dada mi
fragilidad, pero, con la ayuda de Aquél que todo
lo puede, espero cumplirla fielmente. Cinco son
mis sentidos y treinta lo días del mes consagrado
a tu honor. Te prometo mortificar cada día uno de
mis sentidos, de suerte que cada cinco días
repetiré la mortificación de cada sentido y
repitiéndolo seis veces llegaré satisfecho al fin
de este mes.
((**It5.649**)) >>Otra
tarde del mismo mes de mayo decía don Bosco:
>>-Las mejores florecillas son las prácticas
que se hacen cada día en común: por ejemplo, besar
la medalla o bien la tierra tres veces, besar el
crucifijo antes de acostarse, dar cada día un buen
consejo a un compañero, leer algo referente a la
Virgen María, y contárselo a un compañero, rezar
con devoción las oraciones de antes y después de
las comidas, del trabajo, del estudio, hacer bien
la señal de la cruz, etcétera...
>>El 16 de mayo preguntó un muchacho a don
Bosco públicamente cuál había sido la norma o la
llave empleada por Domingo Savio para llegar a ser
tan bueno y santo, como un verdadero hijo de la
Virgen. Don Bosco le contestó:
>>-La llave y la cerradura que Domingo Savio
empleó, para entrar en el camino del paraíso y
cerrar el paso al demonio, fue la obediencia y la
gran confianza con el director espiritual>>.
En el mes de junio sucedió en el Oratorio un
hecho memorable. El día seis, don Félix Reviglio,
terminados sus estudios, era elevado a la dignidad
sacerdotal, y fue el primer sacerdote que don
Bosco regalaba a la Iglesia. Monseñor Fransoni le
había concedido el patrimonio eclesiástico gracias
a la recomendación del siervo de Dios. Al día
siguiente, domingo de la Santísima Trinidad, don
Félix Reviglio celebraba su primera misa, asistido
por don Bosco y festejado en la mesa y en el patio
con música y poesías. Pero aquella misma noche se
despedía de su gran bienhechor y por motivos
razonables pasaba
(**Es5.461**))
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