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moral, muchos hechos a propósito para combatir
otros tantos errores, divulgados por los herejes
por ignorancia o por malicia.
Por ejemplo: los protestantes quisieran borrar
la supremacía de San Pedro, y dársela a San Pablo;
y él les responde haciendo notar cómo los
Apóstoles reconocieron siempre a San Pedro como su
cabeza y juez en las controversias religiosas y
cómo el mismo San Pablo fue a Jerusalén para
visitarlo y darle cuenta de su predicación,
reconociendo así en Pedro al Vicario de
Jesucristo.
Los protestantes acusan de intolerante a la
Iglesia Católica porque se muestra demasiado
rigurosa contra los obstinados; y el Autor
recuerda aquellas palabras ((**It5.637**)) de
Pablo, con las que llama a Elima, loco, arcón de
engaño y de impiedad, hijo del demonio; copia el
hecho del incestuoso de Corinto a quien el Santo
Apóstol excolmulgó primero y después, viéndolo
arrepentido, lo recibió de nuevo en la comunidad
de los fieles. Hechos que demuestran que la
intolerancia de la Iglesia Católica es la misma de
San Pablo, quien no admitía ninguna participación
entre Cristo y Belial: págs. 21, 76, 81.
Entre las cosas que los protestantes no cesan
de repetir contra la confesión, está la de que en
tiempo de los apóstoles, nunca se habló de este
sacramento; e inmediatamente les responde con el
hecho de los Efesios, los cuales, después de la
predicación de San Pablo, corrían en gran número a
manifestar sus pecados: Confitentes et
annuntiantes actus suos (He. XIX, 18): pág. 74.
Los protestantes no quieren saber de la
tradición; y les responde con las palabras del
santo Apóstol a los corintios, cuando dice:
Itaque, fratres, state et tenete traditiones,
quas, didicistis sive per sermonem sive per
epistolam nostram: (Así pues, hermanos, manteneos
firmes y conservad las tradiciones que habéis
aprendido de nosotros, de viva voz o por carta)
(II Tes. 11, 15); pág. 69. Lo mismo se encuentra
en la carta escrita desde las cárceles de Roma a
su discípulo Timoteo: <>. (II, Tim. 2.2) pág. 134.
En una palabra, el Autor se propone combatir
los errores con hechos, y nos parece que consigue
felizmente su intención.
Esta es la razón por la cual recomendamos
vivamente estas Lecturas, como el mejor alimento
contra los errores de nuestros tiempos.
Valgan nuestras palabras para animar a todos
los que se interesan por el bien de la religión,
singularmente los párrocos, a que usen todos los
medios que tienen a su disposición para difundir
estos folletos entre los fieles cristianos.
El doce de abril se celebraba solemnemente en
los Oratorios el día de Pascua, dejando en el
corazón de los muchachos las más saludables
impresiones. Cuántas veces les había repetido don
Bosco, con todo ardor, su máxima:
-Antes morir que pecar.
-Lo mismo él que sus colaboradores, les habían
hecho comprender que, si soportaban tantos
sacrificios, ((**It5.638**))
sudores, cuidados y estaban todavía dispuestos a
aguantar mucho más, era sólo por el deseo de
salvar sus almas. Y los muchachos estaban tan
convencidos de ello que, a veces, decían:
-íDon Bosco no dudaría en aceptar la muerte por
nosotros!
(**Es5.453**))
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