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Esta vida sacrificada la llevaban todos con la
mejor gracia del mundo y con toda la satisfacción
del corazón.
Don Bosco, después de la catequesis, iba a
diario con uno de sus clérigos a encerrarse en la
biblioteca de la Residencia Sacerdotal para
escribir sus opúsculos. Sucedióle allí una
graciosa anécdota que prueba, además, la
veneración que don Bosco sentía por su director
espiritual y bienhechor.
Llegó la vigilia de la fiesta de San José, día
onomástico de don José Cafasso. Don Bosco pasó por
su aposento para felicitarle, como solía hacer
infaliblemente cada año. Al salir, mandó al
clérigo que le acompañaba que fuera a hacer lo
mismo. El buen clérigo encontró a don José Cafasso
rezando el breviario; colocó éste el dedo sobre el
libro, justo en el sitio adonde llegaba su
recitación, recibió afablemente la felicitación y
le preguntó:
->>Quién eres?
-Soy el clérigo A...
->>En qué día vestiste la sotana?
-La verdad, no recuerdo exactamente el día,
contestó el clérigo, tras pensarlo un instante.
->>Y qué día recibiste la primera comunión?
((**It5.636**)) El
clérigo pensó un poco y respondió:
-No lo sé exactamente.
-Mira, algunas fechas no hay que olvidarlas
nunca, y cuando con el correr de los meses se
presentan estos aniversarios, hemos de celebrarlos
con alegría y devoción.
Luego le dio las gracias, y se despidió.
Volvió el clérigo a la biblioteca, reemprendió
su trabajo y llevó a Paravía las pruebas del
folleto para las Lecturas Católicas del mes de
abril, que se titulaba: Vida del Apóstol San
Pablo, Doctor de las gentes, por el sacerdote Juan
Bosco (B). También este libro terminaba todos sus
capítulos con una sentencia tan acertada que
quedaba grabada para siempre en la mente del
lector.
Recordaremos sus méritos con las palabras de
Armonía, del 19 de mayo.
El sacerdote Bosco ha comenzado a publicar la
vida de los Santos Apóstoles, a las que seguirán
las de los Papas, a fin de dar a conocer con los
hechos aquellas verdades que los enemigos de la fe
quisieran encubrir con los sofismas de sus
razonamientos. Este nos parece el mejor medio para
prevenir al pueblo; porque, si bien, por falta de
tiempo o de instrucción, huye de los largos
razonamientos y de los gruesos volúmenes, lee sin
embargo con cierta avidez lo que presenta cara de
narración.
Este librito, de ciento sesenta y ocho páginas,
contiene, además de la doctrina
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