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diputados, senadores, marqueses, duques, etc.; la
desaparición de prejuicios contra el Papa y la
Iglesia Católica; el ansia, el entusiasmo con que
se busca conocerla mejor; todos estos y otros
hechos son un prueba evidente de que, hace años,
el jovencito Domingo Savio vio el porvenir con los
ojos de la mente, iluminados por Dios.
Domingo Savio predijo también su cercana
muerte, y decía a veces:
-Tengo que correr; de lo contrario, la noche me
va a sorprender en el camino.
Hicieron los muchachos a principios del año el
ejercicio de la buena muerte. Como siempre se
terminó rezando un padrenuestro y avemaría por
aquél de los presentes que sería el primero en
morir.
Savio repitió varias veces, medio en broma:
-En vez de decir por aquél que será el primero
en morir, decid:
un padrenuestro y avemaría por Domingo Savio, que
será el primero de nosotros en morir.
Poco tiempo antes, don Bosco lo había mandado a
su casa, para probar si los aires nativos le
sentaban mejor, y Domingo, aunque contrariado, le
obedeció. En este viaje le sucedió algo singular,
contado a don José Gamba por su madre, la cual lo
había sabido de labios de la propia madre de
Savio, juntamente con la señora Mariana Marchisio,
que nos lo confirmaba hace todavía pocos años.
Domingo Savio llegó a Castelnuovo en diligencia
y tuvo que continuar el camino a pie hasta
Mondonio, porque no habían recibido los suyos la
carta en que les anunciaba su venida. Llegó a casa
cansado del largo camino, y su madre al verlo ante
sí, tan de repente, le dijo:
-Pero, >>cómo has venido solo? >>No había nadie
para acompañarte?
((**It5.628**)) -Al
bajar de la diligencia, respondió el hijo, me
encontré enseguida con una hermosa y majestuosa
señora, que tuvo la bondad de acompañarme hasta la
puerta de casa.
->>Y por qué no la has invitado a entrar para
que descansara?
-Porque, ya cerca del pueblo, desapareció y no
la volví a ver.
La buena madre salió fuera de casa, miró en
derredor, pero en vano; una hermosa sospecha quedó
fija en su alma durante toda su vida. >>No sería
María Santísima aquella señora?
Pero Domingo estuvo pocos días en Mondonio, y
don Bosco lo vio reaparecer en el Oratorio, porque
le sabía mal interrumpir los estudios y sus
habituales prácticas de piedad. Don Bosco lo
habría retenido consigo a cualquier precio, pero
prefirió seguir el consejo
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