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semejante escándalo, se presentaron ante la puerta
de la reunión y con silbidos, voces, aplausos,
gritos de íabajo el protestantismo!, y percutiendo
improvisados instrumentos, armaron tal estruendo
que impidieron siguiera el sermón. Aquella música
duró hasta las diez, pese a que el alcalde con
palabras injuriosas para la población, pretendiera
impedirla. Los que habían acudido a la reunión
valdense, uno tras otro escaparon, y el orador
evangélico, avergonzado y abochornado, se vio
obligado a esconderse por miedo. Y por la mañana
temprano desapareció rabo entre piernas.
Pero quedaba todavía Modini. El cuatro de marzo
se organizaba contra este amparador de la
impiedad, una segunda manifestación, ruidosa y
prolongada, para obligarle a largarse del pueblo;
llamados por el alcalde, se presentaron en el
pueblo treinta guardias.
Los emisarios del error no se querían dar por
vencidos, porque estaba en sus proyectos hacer de
Castelnuovo un punto de partida y un centro de
propaganda para las zonas de Asti y del
Monferrato; y habían conseguido una orden de
detención contra cuatro de los jefes de la
manifestación. El motivo de la orden era: Intento
de oposición con amenazas, al ejercicio del
derecho de asociación. Habían querido saber
también si los curas habían intervenido provocando
o dirigiendo los tumultos, pero nada pudieron
conseguir de cierto. También don Bosco había sido
protegido por su Angel de la Guarda.
Todo el pueblo anduvo revuelto. Dos de los
cuatro señalados, José Savio y Pedro Cafasso,
hermano de don José Cafasso, fueron a la cárcel;
los otros dos, José Turco y Matilde Bertagna,
madre del Obispo, lograron esconderse en Borgo
Cornalense, en casa de la duquesa ((**It5.625**)) de
Montmorency. Don José Cafasso intervino en favor
de aquellos campeones de la fe. Depositó una
fianza de cuatro mil liras y consiguió la libertad
provisional de los cuatro acusados, a quienes él
mismo acompañó hasta Castelnuovo y restituyó a sus
familias. Fue recibido triunfalmente por toda la
población y pronunció un discurso congratulándose
con sus paisanos, beneméritos de la religión, a
quienes animó a permanecer firmes contra los
nuevos asaltos que pudieran seguirse. Fue aquella
la última vez que don José Cafasso estuvo en
Castelnuovo. De vuelta a Turín, movilizó las altas
influencias de que disponía para el buen resultado
que se siguió en Asti contra los cuatro acusados,
y alcanzó sentencia absolutoria. El corrió con
todos los gastos del proceso y dijo a los
absueltos, que querían reembolsarle:
-También yo quiero tener parte en vuestros
méritos por la persecución sufrida por la fe.
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