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no cuestan más que treinta y seis moneditas al año
y, ícuánto bien podría hacer y cuánto mal impedir,
facilitando estos folletos al pueblo, que o no los
conoce o no los compra!
La solicitud de inscripción puede dirigirse a
la Dirección de la Lecturas Católicas, calle de
Santo Domingo, n.° 11, en Turín o a los
corresponsales de provincias, cuya dirección
sentimos no poder ofrecerles. Pero no será difícil
poder conseguirla, dirigiéndose a los señores
párrocos o a los secretarios de los Obispos.
Armonía tenía toda la razón. Pruébalo la
audacia de los Valdenses, que intentaban penetrar
en la misma patria de don Bosco. Ya habían ido a
turbar la tranquilidad de Settimo Torinese, Crea y
muchos otros pueblos del Piamonte, difundiendo
libros malsanos y dando conferencias
proselitistas. El pastor valdense Amadeo Bert
predicaba en Chieri en un salón que le había
prestado un ((**It5.623**)) judío,
claro que encomendándose antes a la fuerza
pública, pues había sido recibido muy mal por los
vecinos de Chieri; los herejes eran insolentes,
porque los guardias tenían orden de reprimir las
justas protestas de un pueblo que no toleraba
desprecios a su fe ni traiciones a la gente
sencilla. Más de una sentencia del tribunal se
publicó en favor de los enemigos de la Iglesia.
Algunos de éstos, apoyados y sostenidos por el
alcalde, hombre forastero y de poca religiosidad,
fueron a Castelnuovo de Asti, y empezaron a
propalar por plazas y cafés sus impías máximas,
rechazadas con horror por la buena y católica
población. Pero, no satisfechos de ello,
alquilaron una amplia habitación en casa de un tal
J. B. Modini, forastero protestante, amigo de los
sectarios, que tenía una tienda de cestero;
invitaron a un tal Gai, ministro evangélico en
Turín, para que fuera a dar unas conferencias. La
noticia de este plan corrió por todo el pueblo; la
gente estaba indignada de que el alcalde
permitiera semejantes cosas, y varios señores del
vecindario se dirigieron al teólogo Cinzano, al
coadjutor y a don Bosco en busca de consejo. La
respuesta, estuvo de acuerdo con la petición; que
no hacían mal los que en público habían armado
algún alboroto sin cometer violencias contra
personas ni propiedades; pero que supieran que,
con estas palabras, no entendían darles una norma
de acción.
Mas, a buen entendedor pocas palabras. El
domingo, día primero de marzo, hacia las seis de
la tarde, llegaba a casa de Modini el pastor Gai;
acudieron a oírle unas treinta personas, más por
curiosidad o esperanza de lucro, que por rencor
contra la Iglesia. Pero he aquí que en el pueblo
se organizó una imponente manifestación, una
especie de ((**It5.624**))
protesta pública: una turba de casi seiscientas
personas, muchachos en su mayoría, azuzados por
algunos que no toleraban
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