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buena maña para entretenerlos, que no se hubieran
separado nunca de él. Tenía muchas dotes
personales comunes con don Bosco, sobre todo su
amabilidad y familiaridad.
Por eso hubo un gran pesar en toda la casa
cuando llegó a Turín, a fines de 1856, y cayó
gravemente enfermo de pulmonía. Se acostó en una
habitación que daba al balcón corrido del segundo
piso y fue empeorando de día en día. Lo atendía el
doctor Musso, pero las medicinas no le servían de
nada. Como la enfermedad progresaba, se llamó a su
buena esposa de Castelnuovo para que lo viese por
última vez.
((**It5.603**)) Pero
don Bosco confiaba en Dios, persuadido de que su
hermano no faltaría a los vivos, que verían
prolongarse sus días para atender a sus hijos de
corta edad. Muchas veces durante el día y todas
las noches antes de ir a descansar, pasaba un
largo rato junto al enfermo.
Una noche entró don Bosco en la habitación del
hermano, en la que se hallaban Buzzetti, Santiago
Rossi, Davitto, Reano y la cuñada, que se había
pasado el día llorando, afligida por el miedo a
perder al marido, palpóle la frente y le preguntó
por su mal. Pero José estaba muy grave y le
costaba responder.
Había pasado una hora larga y parecía que don
Bosco no podía aquella noche separarse del lecho,
y se entretenía dirigiendo a su hermano dulcísimas
palabras que impresionaban mucho a los presentes.
Al fin le dijo:
-Escucha, mi querido José, vamos a importunar a
la Virgen para que te cure >>quieres? Entonces,
vamos a hacerle enseguida una plegaria; tú, para
no cansarte, acompaña nuestra oración sólo con el
pensamiento.
Terminada la oración, don Bosco tocó de nuevo a
su hermano en la frente, le animó a esperar, le
aconsejó tranquilidad y confianza en María
Santísima y se fue a la cama.
A la mañana siguiente José había mejorado
extraordinariamente y siguió recobrándose de modo
que, a los pocos días, pudo levantarse. Tras una
prolongada convalecencia pudo volver a su casa de
I Becchi completamente restablecido; los que le
asistieron reconocieron en su curación una gracia
evidente que la Virgen había concedido a don
Bosco.
En cuanto el médico declaró a José fuera de
peligro, don Bosco, que ya había sido invitado
para ello, ((**It5.604**)) partió
hacia Génova. De este viaje nos dio noticias por
escrito la señora Rosina Manassero Ferrerati.
(**Es5.429**))
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