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((**Es5.42**) jugar con ellos en el patio y darles clase en las escuelas nocturnas, les cobraban cariño, les querían, los trataban con confianza, los agasajaban y los saludaban por la calle, imitaban sus buenos ejemplos y se honraban de haberlos conocido. En aquellos personajes no veían solamente al señor, al banquero, al médico, al catedrático, al abogado, al notario, al estudiante de Universidad, sino también y mucho más, al amigo del pobre. Así desaparecían las aversiones sociales y las distancias. El hijo del obrero palpaba la mentira de las máximas de los revolucionarios, y aprendía cómo el Señor obra con sabiduría al permitir que los hombres nazcan en condiciones diversas, porque el rico está hecho para el pobre y el pobre para el rico: éste dando lo superfluo de sus bienes a quien le falta lo necesario y aquél correspondiendo a los favores con su afecto, su ayuda y su trabajo. Reconocía que los dos han sido creados por Dios para su gloria: el rico debe ser humilde y acercarse al desgraciado, y el pobre, humilde, sobrellevando las incomodidades de su propio estado: y que cada cual, en su condición, tiene el medio para alcanzar la vida eterna. Al mismo tiempo, se consolaba pensando que Jesús quiso nacer de una familia nobilísima, pero vivió pobre y proclamó bienaventurados a los pobres y que los pobres representan a su divina persona. Y aquellos señores eran realmente los patronos y bienhechores de aquellos pobres muchachos, muchos de los cuales, entonces abandonados, nos dijeron de mayores: -Si yo alcancé una posición social honrosa y si conseguí una situación económica suficiente para cubrir mis necesidades, ((**It5.41**)) se lo debo a don Bosco, a las buenas costumbres, a los conocimientos, a las recomendaciones, a la ayuda que tanto me han servido por haber frecuentado el Oratorio. Tenemos una prueba en la carta escrita por don Bosco el 1.§ de abril de 1854 al conde Javier Provana di Collegno: <>. Además, estos señores ganaban no sólo abundancia de méritos para sus almas, bendiciones para sus familias, sino también la recompensa de ver premiadas en el Oratorio sus fatigas y su fe. Decía el abogado Belingeri: <(**Es5.42**))
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