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dará una verdadera satisfacción; podéis asegurarle
que será tratado como un amigo. En el caso de que
no puedan ser aceptadas sus razones, se guardará
todo el respeto a su persona.
Por su parte, el Pastor dio a entender varias
veces que acudiría y hasta fijó día y hora; pero
hasta el momento todavía no se había presentado.
Por fin, apareció un día con dos amigos suyos; se
hizo anunciar, entró en la habitación de don Bosco
y, amable y cortésmente, empezó a hablar.
íSalud, señor Teólogo! Aguantad con paciencia
esta visita; venimos a molestaros.
Don Bosco respondió con gracia:
-Bienvenidos, señores, pasad adelante; sentaos.
>>En qué puedo serviros?
Y siguió el Pastor:
-Estamos aquí para charlar un rato. Varias
veces vinieron a Vos algunos alumnos nuestros y se
metieron en ciertas cuestiones que, a decir
verdad, no estaban preparados para entenderlas. Me
han dicho que vos querríais proponer las mismas
dificultades a su Ministro: ((**It5.586**)) hele
aquí, es el mismo que os habla. Es mi preciso
deseo que hagáis esas graves observaciones, a las
que ninguno, según ellos me dijeron, puede dar la
debida respuesta.
Sentáronse todos y comenzó la disputa en
derredor del Purgatorio, en términos corteses y,
al terminar, parecía que la verdad se iba abriendo
camino en los ánimos de los disidentes.
Pero mientras don Bosco trataba de persuadir a
los Valdenses, otra malvada secta trabajaba bajo
cuerda para seducir a los católicos. Andrés
Towianski, fanático polaco, después de haberse
ocupado del magnetismo y de las ciencias ocultas
bajo la dirección de ciertos rabinos, llamándose
profeta y enviado del cielo, ejercía un poder casi
mágico sobre los que se le acercaban. Negaba la
creación del mundo, la gracia, el pecado original,
el libre albedrío, el mérito de las buenas obras,
la divinidad de Jesucristo, los sacramentos, el
sacerdocio, y enseñaba otras herejías, como la
metempsícosis o transmigración de las almas,
después de la muerte, de un cuerpo a otro. Mas,
para embaucar a la gente sencilla que se habría
horrorizado con doctrinas tan impías e inmorales,
sabía paliarlas con un misticismo popular, con
frases convencionales; tributaba muchas hermosas
alabanzas a Jesucristo.
Llegó a Turín en el 1840, y consiguió engañar a
cierto número de personas eruditas y hasta
piadosas. La Santa Sede lo desautorizó en 1850 y
el Tribunal Eclesiástico de la Curia de Turín le
abrió proceso
(**Es5.417**))
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